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Antonio Giraldo, urbanista: «desde que algo se planifica hasta que se ven los resultados pueden pasar décadas»

Beatriz Ruiz Corvillo
Como SEO Content Manager en NAN Arquitectura, Beatriz aplica la capa de posicionamiento web a todas sus publicaciones. Enfocada en entrevistas que aporten valor y crónicas de eventos, debido a su licenciatura como bióloga le interesan especialmente todos los temas que tienen que ver con la sostenibilidad o la salud en la arquitectura. Síguela en Linkedin.

Antonio Giraldo es un urbanista con formación en Geografía y Ordenación del Territorio por la Universidad de Valladolid y un máster en Planeamiento Urbano y Territorial por la Universidad Politécnica de Madrid. 

Ha desempeñado diversos roles en la administración pública, incluyendo su trabajo como Asistente Parlamentario y Técnico de Gestión de Concursos y Obras. Además, es conocido por su divulgación en redes sociales, especialmente en Twitter, donde publica hilos sobre urbanismo, historia, sostenibilidad y arquitectura. 

Actualmente es Miembro de la Comisión Permanente Ordinaria de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad en la Comunidad de Madrid. Y desde NAN Arquitectura hemos querido hablar con él sobre todo sobre urbanismo, pero también medio ambiente y movilidad en la ciudad. 

«Además de geógrafos, profesionales de ciencias ambientales también aportan una perspectiva importante»

Antonio, antes de nada: ¿cómo influyó tu formación en Geografía y Ordenación del Territorio en tu enfoque hacia el urbanismo? ¿Y qué te llevó a especializarte en Planeamiento Urbano y Territorial?

La carrera de Geografía, tras la reorganización del Plan Bolonia, incluyó un enfoque práctico con herramientas informáticas y la Ordenación del Territorio. Además, yo siempre recomiendo especializarte en algo concreto. En mi caso, me atrajo la geografía urbana y la planificación territorial, lo que me llevó a hacer un máster en Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Madrid. A lo largo de la carrera descubrí mi interés por los mapas y planos, una vocación que se fue desarrollando. La carrera te enseña a interpretar y conectar ideas, y el máster me dio una visión práctica del urbanismo, aplicando la Ley del Suelo.

Considero que aplicar conceptos geográficos al urbanismo es clave, porque no se puede hacer urbanismo sin considerar la geografía. Aunque es una disciplina ejercida mayormente por arquitectos, en realidad el urbanismo es multidisciplinar. Profesionales como antropólogos, sociólogos, economistas y abogados también juegan un papel importante. En mi máster, solo el 40-50% de los estudiantes eran arquitectos, reflejando esa diversidad.

De hecho, en arquitectura, Urbanismo es una asignatura que apenas se toca, mientras que los geógrafos aportan una visión más amplia, considerando las implicaciones sociales de decisiones urbanísticas. Por eso, en los últimos años, los geógrafos están jugando un papel fundamental en este ámbito.

Además de geógrafos, profesionales de ciencias ambientales también aportan una perspectiva importante, ya que el éxito del urbanismo radica en integrar sensibilidades, como la perspectiva de género. Y aunque en España venimos de un urbanismo centrado en lo económico, se ha avanzado bastante en este sentido, lo cual es positivo, porque una ciudad es la suma de muchas sensibilidades.

«Las redes sociales, cuando se usan bien, son herramientas valiosas para llegar a más personas»

Hablemos ahora de tu papel como divulgador. ¿Qué papel crees que juegan las redes sociales para educar sobre urbanismo a las generaciones más jóvenes (y no tan jóvenes), y por qué elegiste X (Twitter) como plataforma para ello?

Hoy en día, el debate sobre redes sociales se centra en cómo usarlas como herramienta y no como fin. Para mí, son una forma de reflexión y aprendizaje, ya que permiten procesar y contrastar información. Además, son excelentes para comunicar y enseñar, especialmente entre los jóvenes, que las usan como principal medio de comunicación. El urbanismo tiene la reputación de ser algo complejo y técnico, pero en realidad afecta mucho a las personas. 

Por eso intento explicarlo de manera sencilla en redes, como Twitter, usando un lenguaje coloquial. Porque muchas veces el urbanismo suele ser percibido como algo lejano, cuando los que realmente saben si un barrio está bien son sus habitantes. A través de Twitter, trato de hacer más accesible la información urbanística, simplificando conceptos que, en documentos técnicos, están enterrados en párrafos complejos. La transparencia no es solo poner la información disponible en la web, sino hacerla comprensible para todos.

Aunque algunos me dicen que un hilo en Twitter no es lo mismo que un artículo especializado, creo que mientras la información sea verídica y contrastada, puede tener más impacto en la sociedad. Las redes sociales, cuando se usan bien, son herramientas valiosas para llegar a más personas, incluso a quienes no están familiarizados con el urbanismo.

En cuanto a mi elección, creo que cada generación tiene su plataforma. Mis padres usan Facebook, yo prefiero Twitter, mi hermana está en Instagram, y las generaciones más jóvenes en TikTok. Este año me propuse hacer más cosas en TikTok, aunque me lleva tiempo. Así que escribo principalmente en Twitter, uso Facebook ocasionalmente, LinkedIn para temas más profesionales, e Instagram de forma personal. Todavía estoy intentando adaptarme a TikTok, pero veremos cómo va.

«Nada es aleatorio en una ciudad, todo tiene una lógica»

Haces hilos sobre urbanismo, historia, ciudades sostenibles… ¿Cómo seleccionas los temas de los que hablas? ¿A qué le das prioridad cuando decides si hablar de una cosa u otra?

Depende mucho del momento. Siempre tengo algunos temas pendientes, que voy apuntando en un cuaderno para desarrollar más adelante. También me dejo llevar por la actualidad o por las polémicas que surgen. Intento aportar información que ayude a la gente a formarse una opinión clara sobre temas como la regeneración de barrios o la demolición de edificios. A veces recibo mensajes de personas que no están de acuerdo conmigo, lo cual me parece totalmente válido.

Otras veces elijo temas porque me resultan curiosos y creo que tienen relevancia a nivel comunicativo. Me fijo en pequeños detalles que suelen pasar desapercibidos, pero que esconden explicaciones más amplias. Por ejemplo, en un hilo expliqué por qué un edificio era más bajo que otro. Nada es aleatorio en una ciudad, todo tiene una lógica, y me gusta hacerla accesible de forma entretenida, a veces con un toque narrativo. De esta manera, la gente aprende mientras se entretiene, y eso les ayuda a formarse una opinión. 

Otras veces llego a los temas por casualidad, caminando por la calle, veo algo que me llama la atención, lo investigo y desarrollo. Tengo muchas ideas apuntadas, y cuando el tema ha madurado, lo elaboro y publico. Aunque últimamente, con menos tiempo, me adapto a lo que surge.

«En urbanismo, los tiempos son casi «geológicos»

Has hablado de la importancia de las ciudades sostenibles. ¿Cómo se puede fomentar una mayor integración entre urbanismo y sostenibilidad? ¿Hay realmente futuro en términos de crecimiento urbano y sostenibilidad o es una quimera?

La respuesta rápida es que sí, se puede, pero es más complejo de lo que parece. En urbanismo, los tiempos son casi «geológicos». Desde que algo se planifica hasta que se ven los resultados pueden pasar décadas. Además, partimos de la ciudad que ya tenemos, lo cual nos condiciona. Cambiarlo todo llevará tiempo, y aunque ahora hay nuevas formas de planificar de manera más sostenible, los efectos no se verán de inmediato. La ciudad actual es el resultado de lo que se planificó en los 60, 70 y 90, y muchas cosas ya no las haríamos igual.

La clave está en los pequeños cambios: modificar una calle, crear zonas verdes, hacer mejoras puntuales. No se puede desmontarlo todo, así que estos pequeños pasos pueden empujar hacia un cambio mayor. No es realista esperar una transformación total de inmediato, pero podemos avanzar hacia un urbanismo menos dependiente del automóvil y más centrado en la sostenibilidad.

Es como la eficiencia energética o mejorar la accesibilidad. Todos estamos de acuerdo en que todo debería ser accesible y eficiente, pero si las viviendas no se diseñaron con esos criterios, no se puede cambiar de la noche a la mañana. Poco a poco se van haciendo mejoras, pero avanzamos al ritmo que se puede. 

Hay prioridades, como mejorar edificios de baja calidad de los años 60, pero también es importante mejorar los espacios verdes. Los recursos públicos son limitados, y es necesario priorizar. Aquí entra el pragmatismo: aprovechar fondos y ayudas para avanzar hacia ciudades más sostenibles. Incluso acciones como modificar una flota de autobuses forman parte de este proceso. Lo importante es avanzar, pero siempre con realismo sobre hasta dónde se puede llegar.

«En ciudades mediterráneas, uno de los principales retos es cómo hacerlas más habitables térmicamente»

En relación a este tema, las soluciones basadas en la naturaleza, como la incorporación de arbolado urbano, son cada vez más relevantes para garantizar ciudades más sostenibles. Diversas organizaciones destacan que los árboles y los espacios verdes no solo mejoran la calidad del aire, sino que también ayudan a reducir las temperaturas en las ciudades, lo cual es clave en el contexto del cambio climático. ¿Qué iniciativas crees que deben priorizarse para lograr un equilibrio entre la urbanización y el incremento de espacios verdes? ¿Qué factores deben tenerse en cuenta, considerando que no es lo mismo una ciudad de interior que de montaña o de playa?

Es un tema muy interesante. A menudo nos comparamos entre ciudades, lo cual está bien porque aprendemos de experiencias, pero cada ciudad tiene sus particularidades, e incluso cada barrio. En España, por ejemplo, tenemos veranos muy calurosos, lo que requiere una adaptación que en el norte de Europa no es necesaria. 

En ciudades mediterráneas, uno de los principales retos es cómo hacerlas más habitables térmicamente, tanto en verano como en invierno. Sabemos que las poblaciones más vulnerables dependen más del espacio público, por lo que es fundamental adaptar las ciudades a estas nuevas realidades.

Así que las ciudades mediterráneas, como las españolas, tienen la oportunidad de ser pioneras en políticas de reverdecimiento urbano. A veces parece que ciudades europeas más al norte, como París, avanzan más en este tipo de políticas, pero aquí la urgencia es mayor. En Mérida, por ejemplo, las condiciones son mucho más extremas que en París, lo que hace que la necesidad de adaptarse sea más crítica.

Hemos avanzado bastante, pero también es un proceso de prueba y error. Algunas políticas no funcionan como se esperaba, y eso está bien. Ser pionero implica experimentar. Por ejemplo, muchas ciudades han apostado por grandes zonas verdes, pero ahora muchos profesionales defienden que pequeñas áreas verdes distribuidas son más efectivas. A menudo, esas grandes zonas verdes pueden convertirse en barreras, mientras que pequeñas áreas cercanas a las personas, conectadas por calles sombreadas, parecen ser una mejor solución.

«Las ciudades son organismos vivos, y a veces se toman decisiones erróneas que «fosilizan» ciertos entornos»

También has hablado re redes del patrimonio arquitectónico como un legado a proteger. ¿Cómo crees que se puede lograr un equilibrio entre el desarrollo urbano y la preservación del patrimonio, sobre todo en ciudades en crecimiento?

Es uno de los debates más interesantes, especialmente en Europa, donde el legado arquitectónico es de gran valor y está condicionado por la configuración previa de las ciudades. No soy dogmático, pero creo que los valores culturales y patrimoniales son esenciales, especialmente en los centros históricos de las ciudades españolas.

Pero las ciudades son organismos vivos, y a veces se toman decisiones erróneas que «fosilizan» ciertos entornos. No estoy diciendo que se deban derribar edificios patrimoniales, pero creo que es posible compatibilizar su conservación con intervenciones contemporáneas. Mantener el patrimonio también es una forma de crecimiento. 

El equilibrio está en decidir qué merece la pena conservar y qué no, y cada caso es diferente. A veces, un edificio puede no tener un gran valor por sí mismo, pero si está en un entorno patrimonial, puede merecer ser conservado. Sin embargo, eso no significa que no se puedan introducir edificios contemporáneos en esos entornos, siempre que se respeten ciertos elementos.

Un ejemplo es el edificio de Rafael de la Hoz en la Gran Vía, que al principio se criticó por no encajar. Sin embargo, ciudades como Madrid siempre han evolucionado, y lo seguirán haciendo. El reto, como decía, es encontrar un equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo.

En Estados Unidos, por ejemplo, valoran el cambio y el desarrollo rápido de sus ciudades. En España, en cambio, somos más homogéneos, especialmente en el Mediterráneo, donde los desarrollos en altura han sido más recientes. O tenemos a París, que protege su skyline y establece zonas específicas donde se permite crecer en altura. Cada ciudad debe encontrar su propio equilibrio entre crecimiento y preservación.

«Aunque con cada nueva ley del suelo se busca flexibilizar, aún hay limitaciones»

Y hablando de “patrimonio”, pero no precisamente de forma positiva. En tu opinión, ¿qué conceptos urbanos históricos se siguen aplicando actualmente y se deberían reconsiderar?

Sí, definitivamente. En España tenemos una legislación urbanística bastante compleja, heredada en gran parte de la posguerra, cuando se necesitaba solucionar la falta de vivienda. Conceptos como el Plan General de Ordenación Urbana suenan anticuados, y seguimos arrastrando esa rigidez. Esta legislación se centraba en el reparto de cargas y beneficios, y ese enfoque sigue marcando cómo concebimos los desarrollos urbanos.

Hoy en día, crear una ciudad no es solo decidir qué es urbanizable. Hablamos de estrategias con un componente social que los planes actuales no contemplan, pero seguimos usando estos conceptos por inercia. Sabemos que no funcionan del todo bien, pero cambiarlos es complicado. Cuando se intentan hacer cosas diferentes, muchas veces la justicia lo bloquea. En otros países, como Estados Unidos, es mucho más sencillo gestionar estos temas, pero aquí la rigidez legal nos frena.

Aunque con cada nueva ley del suelo se busca flexibilizar, aún hay limitaciones. Por ejemplo, se habla de reutilizar grandes avenidas urbanas para vivienda pública o comercios, pero la normativa actual lo haría imposible. Si un proyecto tiene un pequeño error, la ley permite anularlo por completo, lo que retrasa los avances durante años.

Por eso en estos momentos se está tramitando una reforma de la Ley del Suelo para que los errores menores no puedan paralizar proyectos enteros, sino que se corrijan sin anular todo el proceso.

«Hoy en día, el reto es manejar y cribar la enorme cantidad de datos que se recogen para llegar a conclusiones útiles y verídicas»

A medida que avanzamos en nuestras manera de vivir, compartir espacios, construir ciudades… van surgiendo nuevos términos o conceptos. Por ejemplo, las smart cities. ¿Cómo crees que la tecnología, como las ciudades inteligentes, está transformando el urbanismo actual?

En los últimos años, solo con la recogida de datos que antes no teníamos, ha habido una transformación total. Esto permite acceder a información valiosa para entender cómo se mueven las personas en las ciudades. Un ejemplo interesante es el de la app de running Strava, que aunque fue anulada por tribunales, mostró algo curioso: hombres y mujeres corrían por lugares diferentes. Las mujeres preferían calles mejor iluminadas, mientras que los hombres corrían por calles más alejadas. Estas percepciones, que antes no podíamos medir, ayudan a diseñar mejor los espacios públicos, por ejemplo, añadiendo farolas donde hacen falta.

Luego está el El Big Data, que nos permite analizar estos datos y tomar decisiones más informadas. Aunque la administración todavía no está muy avanzada en este aspecto, se están dando pasos importantes, como mejorar la coordinación en el transporte público. Sin embargo, también hay mucho marketing en torno a las smart cities. Lo importante es aterrizar el concepto y ver cómo puede beneficiar de manera práctica. Por ejemplo, sensores que detecten la humedad y corten los aspersores cuando no hace falta, lo cual ahorra agua y recursos.

También se están desarrollando aplicaciones, como una en Barcelona que te indica por qué calles caminar en sombra, usando datos sobre la orientación de las fachadas y la altura del sol. Hace 30 años, no teníamos esta información. Hoy en día, el reto es manejar y cribar la enorme cantidad de datos que se recogen para llegar a conclusiones útiles y verídicas.

«La planificación compacta tiene que ver por ejemplo con la teoría de los 15 minutos, y en España ya tenemos ciudades que funcionan de esa manera»

Pasamos ahora de ciudades inteligentes a ciudades compactas (con un uso más eficiente del suelo mediante una planificación de mayor densidad). Según UN-Habitat, las ciudades compactas reducen las emisiones y mejoran la movilidad urbana cuando se integran con el transporte público. Por lo tanto, pueden ser clave para la sostenibilidad y resiliencia. ¿Qué iniciativas o medidas crees que son más urgentes para aplicar en nuestras ciudades y fomentar un desarrollo más compacto y evitar una expansión descontrolada?

La densidad es muy eficiente porque con menos recursos puedes hacer mucho más. Por ejemplo, si tienes 100 chalés en una urbanización, necesitas muchas infraestructuras como carreteras, farolas y servicios. En cambio, si concentras esas 100 viviendas en un edificio de 25 pisos, reduces la cantidad de recursos necesarios: menos farolas, un solo punto de recogida de basura, etc. La clave está en encontrar un equilibrio. 

No siempre se trata de levantar grandes edificios. Las ciudades mediterráneas como las de España, Italia o Grecia son muy compactas. En comparación con el mundo anglosajón, donde la dispersión es mucho mayor, nuestras ciudades concentran a mucha gente en menos espacio, lo que tiene más ventajas que desventajas, especialmente en la prestación de servicios y la movilidad.

La planificación compacta tiene que ver por ejemplo con la teoría de los 15 minutos, y en España ya tenemos ciudades que funcionan de esa manera. Ciudades medianas como Vitoria, Burgos o Valladolid son ejemplos de ciudades compactas y eficientes. Incluso Móstoles, la tercera ciudad más grande de Madrid, es muy densa y fácil de recorrer. Y en Estados Unidos, muchos urbanistas están empezando a hablar de densificar zonas en lugar de seguir con el modelo extensivo de barrios. 

Pero hay que considerar que densificar no significa levantar rascacielos sin más. Debe ir acompañado de servicios y espacio público que sean capaces de soportar esa densidad. Planificar sin densidad requiere servicios que nunca serán eficientes.

En este sentido, en España vamos bien. Aunque en algunos desarrollos recientes se ha desperdiciado espacio público, este aún puede ser aprovechado en el futuro. Lo importante es planificar ciudades densas de manera que puedan evolucionar sin caer en errores del pasado, como en los barrios de los años 60, donde las calles quedaron demasiado estrechas y ya no hay espacio para hacer nuevas sin demoler edificios.

«Hay muchos barrios antiguos con una calidad constructiva baja que, tarde o temprano, necesitarán una renovación urbana»

Y precisamente sobre expansión o crecimiento. El aumento de la densidad urbana podría plantearse también como una solución a la falta de vivienda asequible, un problema creciente en muchas ciudades. Recientemente, en uno de nuestros Espacio NAN, concretamente en la mesa redonda final, Jesús Gallego, – cofundador de Adoras Atelier Arquitectura, – realizó esta misma sugerencia. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué soluciones urbanísticas crees que pueden ayudar a enfrentar la crisis de vivienda asequible en las ciudades españolas?

Lo comentaba antes: ya partimos de densidades muy buenas en muchas ciudades españolas. En otros lugares de Europa puede que necesiten densificarse más, pero aquí ya estamos bien. En Madrid, por ejemplo, ya no hay espacio para seguir expandiéndose, por lo que habrá que pensar en otras soluciones. Quizás otros municipios colindantes tengan que asumir esa tarea.

Otra opción sería redensificar ciertos espacios dentro de la ciudad. Hay muchos barrios antiguos con una calidad constructiva baja que, tarde o temprano, necesitarán una renovación urbana. Este será un gran reto en las próximas décadas, cuando algunos barrios tengan edificios que cumplan 100 años y no estén adaptados ni sean accesibles. La redensificación no significa simplemente levantar edificios más altos, sino adaptar todo el entorno para que pueda soportar una mayor densidad.

Es decir, no basta con construir más edificios en una parcela, sino que también podría implicar eliminar manzanas para crear parques o mejorar los servicios. La clave es garantizar que el espacio público y los servicios puedan acoger esa densidad sin causar saturación, algo que ya ha pasado en algunos lugares.

«En ciudades grandes, quizás no tenga sentido hablar de «15 minutos» como tal, sino de un modelo más policéntrico»

Otro concepto interesante es el de las ciudades de 15 minutos. ¿Cómo ves su viabilidad en entornos urbanos extensos o dispersos? Puede ser un poco complicado tenerlo todo a 15 minutos. En una entrevista que llevamos a cabo con Inés Gutiérrez, doctora en antropología social, hablaba precisamente de esta problemática en el modelo de los PAU. 

El concepto de la ciudad de los 15 minutos nace en un contexto distinto al español. Lo importamos de otros lugares como el mundo anglosajón y Latinoamérica, donde se trata de evitar desplazamientos innecesarios. Si planificas el trabajo, los servicios y la vivienda en un mismo sitio, la movilidad es más eficiente. Sin embargo, en ciudades grandes, quizás no tenga sentido hablar de «15 minutos» como tal, sino de un modelo más policéntrico, donde los barrios tengan todos los servicios necesarios cerca.

Madrid es un buen ejemplo para aplicar esta idea, con varios núcleos periféricos integrados. Pero en ciudades más dispersas, como algunas zonas de Londres, no es tan fácil. Para que funcione, debe combinarse con la idea de una ciudad compacta y densa, algo que aquí ya se ha logrado en muchas ciudades. Por ejemplo, en Ciudad Real, moverse en transporte público es relativamente sencillo.

El reto en España está en las grandes ciudades o las zonas saturadas, como las áreas costeras. No podemos esperar que todo esté a 15 minutos, pero pequeñas acciones, como añadir una zona verde o crear comercios en las plantas bajas de los edificios, pueden ayudar. Decisiones como el tamaño de los locales comerciales también influyen: locales más pequeños y variados permiten un tipo de comercio diferente y fomentan una vida de barrio más activa.

Hay barrios nuevos, más modernos, que son un modelo más cerrado, importado de Estados Unidos, donde entras y sales con el coche. Lo curioso es que ahora los americanos quieren importar los modelos de vida europeos. Aquí seguimos construyendo de esa manera, pero al menos somos conscientes de que no es lo ideal. Sin embargo, las resistencias legales y administrativas hacen que sea difícil cambiar el modelo.

«Lo importante es que las restricciones vayan acompañadas de mejoras urbanas para que la gente entienda que no se trata de limitar, sino de hacer la ciudad más saludable»

Hablando de transporte. Ya sean ciudades de 15 minutos o “las de siempre”, con un gran uso de transporte público o privado, no podemos cerrar esta entrevista sin preguntarte: ¿qué transformaciones consideras necesarias en las ciudades para promover una movilidad más sostenible y accesible?

El cambio en la movilidad, más allá de la planificación urbana, requiere un equilibrio entre promover el transporte público y aplicar restricciones al modelo de movilidad que ya no es viable, como el uso excesivo del coche. Se trata de ir poco a poco, con pequeñas medidas, como las zonas de bajas emisiones. Estas restricciones no son negativas; son herramientas que permiten liberar espacios antes ocupados por coches y destinarlos por ejemplo a zonas verdes. Lo importante es que las restricciones vayan acompañadas de mejoras urbanas para que la gente entienda que no se trata de limitar, sino de hacer la ciudad más saludable.

Las poblaciones más vulnerables, que dependen más del espacio público, son las que más se benefician de estos cambios. Las medidas, como las zonas de bajas emisiones y la ampliación del transporte público, deben aplicarse gradualmente, dando tiempo a la ciudad para adaptarse. No sirve de nada restringir si luego no se ven mejoras, como reemplazar el asfalto con zonas verdes que mencionaba antes. La clave es ser prácticos y mostrar resultados tangibles para que la gente vea que realmente funciona.

Un buen ejemplo es Anne Hidalgo en París, que, al reducir el tráfico, ha introducido mejoras como más árboles y alternativas de transporte público que son más rápidas, baratas y eficaces. Si se cumple esa premisa, la gente optará por lo que más le conviene. En Madrid, por ejemplo, solo el 30% de las personas se desplazan en coche, pero los coches ocupan el 70% del espacio. Liberar ese espacio no solo tiene sentido ambiental, sino también económico, ya que el transporte público es más eficiente y consume menos recursos públicos.

Por ejemplo, si hoy alguien planteara reintroducir el tráfico en la calle Preciados, habría una gran contestación social. Pero en su momento, fue difícil suprimir el tráfico en Preciados y Fuencarral, a pesar de que con el tiempo la gente lo ha asimilado hasta tal punto que hoy sería inconcebible volver atrás. La Plaza Mayor con coches hoy en día sería impensable, pero hace no tanto tiempo era lo habitual. 

Porque los cambios suelen ser complicados al principio, pero a medida que se hacen pequeños ajustes, la gente se adapta. Al final, la perspectiva temporal es clave. Ahora, tras 20 años de desarrollos como los PAU, podemos ver claramente qué se hizo bien y qué no, y se tiene que intentar corregirlo.

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