Desde el principio de los tiempos los humanos siempre hemos tenido necesidad de subir y bajar cosas del suelo a las alturas, como si de un ascenso a la divinidad se tratara. Para llevarlo a cabo, se han ayudado de diferentes artilugios. Existen referencias históricas de que en el año 80 d.C. el emperador romano Tito mandó construir un elevador en el Coliseo, para que los gladiadores y las fieras accedieran de los subterráneos del anfiteatro a la arena. Estos elevadores primarios funcionaban por cuerdas y poleas, que evolucionarían posteriormente en el medievo mediante otros sistemas de tracción, continuándose más adelante con los elevadores de vapor y con la transmisión a tornillo. Pero fue en el siglo XIX cuando Elisha Otis fabricó el primer ascensor destinado a transportar personas en altura con freno de seguridad, iniciando toda una revolución que ha llegado hasta nuestros días.
Esta necesidad inherente a la persona de subir y bajar, el desarrollo de las ciudades, el aumento del precio del suelo, la expansión territorial y la adaptación topográfica, los cambios en la forma de vivir y trabajar y la revolución arquitectónica, han hecho del ascensor uno de los elementos estrella de la sociedad.
Podemos asegurar que el ascensor es el medio de transporte más utilizado y más seguro del mundo. Los viajes diarios que se realizan en los ascensores sobrepasan con mucho a los realizados en cualquier otro medio de transporte. Según los cálculos de Rafael Macía, director de Calidad, Producto y Normativa de la empresa de ascensores OTIS: “Un ascensor en España realiza de media 100.000 viajes hacia arriba o hacia abajo al año. Teniendo en cuenta que en el país funcionan cerca de un millón de elevadores y que la ocupación media es de 1,5 personas, el resultado es que estas máquinas mueven cada día en vertical a 375 millones de pasajeros en 250 millones de viajes”.
Con todos estos datos y considerando la diversidad de los pasajeros, sin ningún lugar a dudas podemos certificar que el ascensor es la herramienta fundamental para posibilitar la accesibilidad y la movilidad vertical de los usuarios en los edificios y también en el ámbito urbanizado. Inicialmente, el ascensor se ideó para comunicar las diferentes plantas de los edificios, pero la compleja topografía de algunos espacios y la existencia de desniveles que planteaban dificultades de desplazamiento a los peatones forzaron a adoptar como solución novedosa los ascensores urbanos promoviendo así una accesibilidad urbana eficiente y accesible.
Considerar la accesibilidad es fundamental para posibilitar que todas las personas, con y sin discapacidad, puedan acceder a los diferentes espacios sin dificultad
Desde la aparición del ascensor se ha ido creando un importante cuerpo legislativo que se ha ido modificando de la mano de los propios avances tecnológicos y de seguridad. Todo ello motivado por la necesidad de mejorar la seguridad y la accesibilidad de los usuarios.
Vivimos en un mundo vertical y, sin la existencia de ascensores, nuestra libertad de movimiento no sería posible. Los ascensores son fundamentales por razones de accesibilidad, para posibilitar el desarrollo de la vida cotidiana a las personas en situación de discapacidad y personas mayores y porque permiten acceder a alturas a las que no llegaríamos si tuviéramos que subir a pie. Según la normativa vigente, todos los edificios públicos y privados deben contar con ascensor, quedando únicamente las viviendas unifamiliares de uso particular fuera de esta normativa. No obstante, es importante que haya conocimiento por parte de los constructores y los propietarios de la necesidad de considerar las condiciones de accesibilidad para que la vivienda se adapte a las diferentes etapas de vida de la familia que la habita. Considerar la accesibilidad es fundamental para posibilitar que todas las personas, con y sin discapacidad, puedan acceder a los diferentes espacios sin dificultad. Y esto nos lleva a que se tenga en cuenta el Diseño Universal, es decir, la creación de productos, entornos y servicios teniendo en cuenta las necesidades de cualquier persona.
Posibilitando la autonomía personal
Muchas personas están atrapadas en sus casas porque el edificio carece de ascensor, pero además de que se disponga de este, es necesario que sea accesible y pueda ser utilizado por todas las personas de manera independiente posibilitando su autonomía personal. Nadie concibe que otro miembro de la familia tenga que abrirnos la puerta o pulsar el botón cada vez que queremos salir a la calle, y eso es lo que le ocurre a muchas personas con discapacidad que, por ejemplo, dada la excesiva altura de la botonera, no llegan a pulsar o no pueden abrir la puerta porque es demasiado pesada.
Los puntos esenciales que hay que considerar para garantizar la accesibilidad en los ascensores son:
- Accesos: Existirá un espacio horizontal y libre de obstáculos delante de la puerta para facilitar la entrada y la salida de la cabina y permitir el giro de la persona que utilice una silla de ruedas. Además, la separación entre el suelo de la cabina y el rellano de planta será inferior a 2 cm en horizontal y a 1 cm en vertical.
- Puertas: Hay dos clases, las puertas de cabina, que protegen a las personas durante el viaje, y las puertas de piso, que separan el hueco por donde se desplaza el ascensor del resto del edificio. Ambas deben ser correderas y automáticas, permitiendo como mínimo un paso libre de 80 cm, permanecer abiertas al menos 20 segundos y disponer de mecanismos de reversión del cierre para evitar atrapamientos, como control de fuerza de cierre, fotocélulas, cortinas ópticas y radares.
- Cabina: Las dimensiones mínimas que deben asegurarse son de 1 m de ancho y 1,25 m de fondo, y dependiendo de la normativa de cada comunidad autónoma. Se dispondrá pasamanos perimetral, pantalla de información y se recomienda colocar un espejo en el paramento frontal.
- Botonera y pulsador: La altura de colocación será inferior a 1,20 m, siendo necesario que se incluyan caracteres con contraste cromático adecuado, en braille y en alto relieve.
- Señalización e iluminación: Dispondrá de señales luminosas y sonoras. Tanto en el interior como en el exterior, existirá un sistema de señalización que indique en qué planta se encuentra y si el movimiento es ascendente o descendente. En la cabina habrá una señal sonora que identifique el cierre y apertura de la puerta. Dispondrá de información parlante y bucle magnético. La iluminación de la cabina será uniforme y sin producir deslumbramientos.
En un estudio que realizó ASPAYM (Asociación de Personas con Lesión Medular y otras Discapacidades Físicas) sobre las necesidades de las personas con discapacidad en el uso del ascensor, se obtuvieron los siguientes resultados:
- 73,1% dificultad para llamar al ascensor
- 34,6% dificultad para pulsar el botón desde el interior
- 50% no pueden abrir las puertas manuales al entrar o salir del ascensor
- 57,7% les golpean las puertas al entrar o salir del ascensor
- 88,5% les gustaría poder variar el tiempo de cierre de las puertas del ascensor para evitar colisiones
Un sistema totalmente accesible
A la vista de los resultados planteados, parece claro que es necesario considerar la accesibilidad para facilitar la movilidad y autonomía de muchas personas. Actualmente es obligatorio por normativa que los ascensores cumplan estos requisitos, pero existe un importante parque construido de viviendas con muchas carencias en este sentido, en los que la tecnología puede ser la clave fundamental.
Un ejemplo es como, a raíz de la pandemia, la seguridad y la accesibilidad son condicionantes que van de la mano y se apoyan en la tecnología para dar respuesta a las necesidades de las personas. Así surgió PULSE, un sistema de activación del ascensor a través del Smartphone y la tecnología bluetooth, sin necesidad de contacto físico con los botones. Este sistema es el resultado del trabajo de tres entidades, Nayar Systems, Federación Empresarial Española de Ascensores (FEEDA) y Fundación ONCE.
La experiencia del flujo de personas
Pero la tecnología aplicada al sector de la elevación no solo se aplica para posibilitar y facilitar el uso del mismo a personas con movilidad reducida, sino que también se utiliza para hacer una monitorización remota de los elevadores y que, a través del uso de big data y análisis predictivo, se pueda mejorar el rendimiento de los aparatos y prever posibles averías, anticipándose a ellas y evitando de esta manera que el ascensor quede fuera de uso. Esto es realmente importante para las personas con discapacidad pues, por ejemplo, una avería en un ascensor del Metro impide que una persona que se desplaza en silla de ruedas pueda acudir ese día a su centro de trabajo. Evitar las averías de los aparatos fomenta la inclusión social y el bienestar de la persona. Y así entra en acción otro concepto, el flujo de personas, que es la forma en que los individuos se mueven entre y dentro de los edificios. El flujo efectivo de personas permite a todas las personas moverse de manera segura, accesible, cómoda y sin demora. La experiencia del flujo de personas lo abarca todo. Desde el punto de entrada de un edificio, a través del vestíbulo y el destino final, a través de pasillos, espacios y puertas.
Parece evidente que la aplicación de la tecnología al transporte vertical tiene mucho recorrido por delante: conseguir un uso más inteligente de la energía, aprovechar el movimiento de la maquinaria para producir electricidad, conseguir comportamientos más eficientes, permitir la circulación de varias cabinas en el mismo hueco o incluso ascensores espaciales… Son los retos a futuro para seguir moviendo a las personas en vertical, a todas las personas.