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Eloy Algorri explica la rehabilitada ala oriental del monasterio de San Pedro

Desde hace tres años Eloy Algorri García (León, 1956) compagina sus labores como secretario general del CSCAE (Consejo Superior de los Colegios Oficiales de Arquitectos de España) con diferentes proyectos a nivel personal, como es el caso de la recientemente rehabilitada ala oriental del monasterio de San Pedro de Montes de Valdueza, en el término municipal de Ponferrada. Hablamos con el arquitecto para adentrarnos en lo más profundo del Bierzo y conocer de cerca los entresijos de esta obra, por la cual recibió, en una de sus fases, el Premio de Arquitectura de Castilla y León en 2004.

Ligado a su tierra natal en la mayoría de los trabajos que lleva a cabo, Eloy Algorri lleva 35 años ejerciendo con devoción la profesión de arquitecto con el firme objetivo de preservar el patrimonio histórico de Castilla y León. Y en esta clara apuesta centrada en la arquitectura popular y la restauración monumental es inevitable hablar de su obra cumbre, la rehabilitación del Monasterio de San Pedro de Montes, a la que lleva vinculada desde que en 1999 redactase un Plan Director de restauración del mismo.

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Financiadas por el Ministerio de Fomento, la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León y la Real Fundación Hospital de la Reina, las obras del centro de recepción de visitantes e iniciativas de Montes de Valdueza acaban de llegar a su fin. Tal y como asegura Algorri, «la intervención que se proyecta tiene el propósito de insuflar una inyección vital al monumento, entendiendo que una operación de esta naturaleza es la más eficaz de cara a garantizar su pervivencia en el futuro».

Debido al grado de deterioro, la zona del monasterio que ha sido habilitada ha requerido de una reconstrucción parcial en sintonía con las restauraciones que ya se habían llevado a cabo con anterioridad durante el último siglo. Concretamente, se ha habilitado la panda Este del patio, construida entre 1745 y 1749, para, entre otros motivos, proteger las bóvedas del sótano que llevaban siglo y medio soportando la lluvia sin protección alguna. Lo que se ha hecho, en términos generales, es colocar una especie de caja de madera encima que resguarda dichas bóvedas y habilita el espacio.

De este modo, y teniendo en cuenta los criterios de intervención y los condicionantes específicos del lugar, «se propone la erección de una caja ligera a base de madera o sus derivados, que reposa sobre los muros existentes configurando, junto con éstos, un volumen cerrado con forma de paralelepípedo». La mencionada caja se monta en seco, conectando las piezas a través de sistemas convencionales, propios del oficio carpintero, mientras que los distintos componentes forman forjados, cubierta, cerramientos, soportes y algunas divisiones interiores, coincidentes con muros de carga. Así, las bóvedas de la bodega y el archivo quedan cobijadas bajo este elemento protector y el espacio se compartimenta verticalmente en tres niveles coincidentes con las cotas de circulación del siglo XVIII, reproduciendo la sección original de la panda con semisótano, planta baja, planta alta y dos crujías por encima de la rasante: una denominada como «útil» y otra de función deambulatoria.

La articulación arquitectónica ha de ser más gradual para que el conjunto se perciba de una forma unitaria

Por su parte, en lo referente a la dicotomía entre las partes cubiertas y arruinadas, Algorri destaca que «la articulación arquitectónica ha de ser más gradual para que el conjunto se perciba de una forma unitaria», adoptando la iglesia como referencia principal. Adicionalmente, «una de las cuestiones que ha chocado es que hayamos hecho una cubierta plana, sin embargo justamente este tipo de cubierta tiene la voluntad de no diferenciar excesivamente la parte construida de la ruinosa». El arquitecto, que se considera partidario de que una rehabilitación se haga de manera casi mimética, asegura que en este caso ha sido casi imposible ya que la parte que se reconstruía había desaparecido y los responsables podían tener una idea de cómo eran las fachadas y los muros en una determinada zona, pero en otras zonas era inviable saberlo. A ello hay que sumarle un gran impedimento, y es el hecho de que se trabajado sin medios auxiliares como una grúa torre, a lo que se une la inexistencia de vehículos pesados debido a la enorme dificultad de acceso como consecuencia del trazado y estrechez de la carretera. En definitiva, todo tipo de trabajo ha recaído principalmente sobre la mano de obra, auxiliada por pequeña maquinaria. En lo referente a la fachada oriental, y manteniendo los criterios de tratamiento de los paramentos de madera, «la composición de huecos, en dos franjas desiguales y contiguas, se considera la opción más idónea para un alzado asimétrico que se contempla principalmente en escorzo».

Adicionalmente, en el extremo septentrional de la fachada del lado este se realza de manera parcial el muro de cerramiento con fábrica de mampostería con el objeto de «encajar el paño de madera y aminorar el impacto del añadido mediante una solución de transición gradual».

Dinamización de la zona

En la planta baja el visitante podrá encontrarse con un zaguán, unos aseos y una sala polivalente, con un techo acústico con lamas perforadas de yeso laminado, destinada a diversas actividades que contribuyan a la dinamización de la localidad, ya sea exposiciones, conferencias, bailes o diferentes celebraciones sociales. De este modo, el espacio será empleado tanto como centro de recepción de visitantes como punto de encuentro para llevar a cabo un conjunto de iniciativas socioculturales turísticas vinculadas al Valle del Silencio y al Valle de Oza. Actualmente, se está preparando una exposición inaugural de retratos de las quince personas que viven en el pueblo permanentemente.

Una sala polivalente permitirá llevar a cabo diferentes iniciativas socioculturales con el objetivo de dinamizar la localidad

Por su parte, la planta alta cuenta con cinco dependencias, que se emplearán como dormitorios a modo de albergue. Esas estancias están equipadas con aseos comunes y una serie de instalaciones destinadas a que el huésped goce de un mayor confort, motivado tanto por la demanda social como por la normativa técnica: calefacción, ventilación, fontanería, etc. De este modo, las dos crujías reciben un tratamiento muy diferente: la de circulación se habilita lo mínimo posible, sin revestimientos de acabado, redes de instalaciones básicas y carpinterías elementales en las ventanas; mientras que las dependencias de la crujía útil «se habilitan con una envolvente que trasdosa paredes y techos dejando cámaras intermedias por donde se despliegan las redes técnicas reduciendo al mínimo imprescindible la afección sobre los vestigios originales».

Asimismo, cabe resaltar que en la inervención, que alcanza una superficie construida de 1.097 metros cuadrados, las estancias se han renovado con los materiales originales, como es el caso de piedra caliza, madera y pizarra.

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