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Ricardo Bofill. Adiós a las utopías

05r reducedEl año 2009 ha supuesto el retorno del nombre de Ricardo Bofill a la primera línea de la arquitectura española, gracias a su T1 del aeropuerto de Barcelona y su Hotel Vela, en la misma ciudad. Pero estas obras distan mucho de los primeros planteamientos del arquitecto catalán y su Taller de Arquitectura.

Tras unos aciagos años en los que el nombre de Ricardo Bofill sólo era mencionado en programas televisivos y revistas dedicadas a la llamada información del corazón, por la coincidencia del nombre del arquitecto y el de su mediático hijo, en este año 2009 el tiempo parece devolver las cosas en su sitio.

Dos importantes proyectos en la ciudad que le vio crecer como arquitecto y en la que todavía reside, Barcelona, han situado a Ricardo Bofill en el lugar que le corresponde: la Terminal 1 del Aeropuerto de El Prat, cuya inauguración estuvo rodeada de polémica por la posible cesión de su gestión al gobierno catalán; y la creación de un edificio con forma de vela, en el puerto de Barcelona, que albergará un lujoso hotel y que modificará el paisaje barcelonés (para irritación de no pocos vecinos y colectivos).

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La relación de Ricardo Bofill con la ciudad de Barcelona podría describirse como de amor-odio y no pierde ocasión de criticar a sus gobernantes –”Barcelona es una ciudad demasiado pequeña para hacer demasiadas cosas. Si haces demasiadas cosas en un lugar donde hay un trabajo limitado, estás creando problemas a los otros”, ha manifestado–. Pero lo cierto es que todavía reside en Sant Just Desvern, una localidad que es casi un barrio de Barcelona, en uno de los primeros edificios que proyectó con su Taller de Arquitectura, un ecléctico plantel de profesionales llenos de ilusiones, en un momento en el que el franquismo parecía dar sus últimos estertores.

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El complejo residencial, ubicado en las ruinas de una antigua fábrica de cemento y bautizado Walden 7 por uno de los integrantes del equipo, el poeta José Agustín Goytisolo, respondía a toda una serie de planteamientos conceptuales y sociales y pretendía forjar una comunidad, una pequeña república de libertad inspirada en el libro de B. F. Skinner, uno de los padres del conductismo.

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El propio arquitecto reconoce que muchos de los sueños que perseguía por aquella época, influenciado como estaba por las ideas revolucionarias del Mayo del 68 francés, han ido quedando aparcados a la vera del camino durante su larga trayectoria.

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