Cuando pensamos en arquitectura, seguramente lo primero que venga a nuestra cabeza sean imágenes y conceptos muy lejanos al de la naturaleza, y creamos que son términos completamente opuestos: edificios, asfalto cemento, que distan mucho de campos verdes o bosques. Pero la realidad es que, desde el surgimiento de la arquitectura con las primeras construcciones, esta siempre ha imitado formas o texturas de la naturaleza.
Pero que la naturaleza haya sido y sea una fuente inagotable de inspiración no es algo nuevo. Con sus más de 3.800 millones de años de experiencia, ésta nos ha brindado infinidad de elementos que han ayudado al ser humano a diseñar y crear un gran número de herramientas y construcciones a lo largo de la historia.
En los últimos años se ha producido un creciente interés por el turismo natural, lo que ha llevado a una masificación de espacios en la naturaleza, y las consecuentes intervenciones en el paisaje para dar respuesta a ello. Ante esta problemática, la arquitectura tiene que apostar por llevar a cabo proyectos que minimicen al máximo su impacto en la naturaleza. El ser lo más respetables con el entorno natural debería ser una de las principales claves de todo proyecto arquitectónico. Lo mejor para ello es aprender de la propia naturaleza, y que el propio diseño sea capaz de unificar edificios, estructuras y detalles con el propio entorno, respetando al máximo los materiales y usarlos de la mejor manera. Estas son las premisas de lo que se conoce como arquitectura orgánica.
Pero no solo el impacto que tiene que ver con lo ecológico, sino también aquel que tiene que ver con el impacto visual. Este concepto busca integrar las construcciones en la naturaleza, para que no sean tan fácilmente visibles en un primer momento. Edificios que se esconden entre la naturaleza o que ocupan espacios específicamente para incluir en ellos a la propia naturaleza, como es el caso de los árboles.
En este sentido, otra corriente arquitectónica que está estrechamente relacionada con la naturaleza es la arquitectura Biomimética, que se caracteriza por buscar soluciones sostenibles en la naturaleza a través de la comprensión de las normas que las rigen, sin necesidad de replicar sus formas, al contrario de lo que hemos hablado anteriormente. Este tipo de arquitectura es una de las ramas de la Biomímesis, una ciencia que estudia a la naturaleza como fuente de inspiración y genera un diseño que imita sus modelos y sistemas para solucionar diferentes problemas.
Como vemos, son numerosas las formas de que la naturaleza y la arquitectura se encuentren conectadas, y está en la mano de los profesionales que se dedican a ello de apostar por proyectos que potencien esta relación y que nos asegure una protección del medio ambiente sin renunciar a un desarrollo arquitectónico.