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Las irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, Premio Pritzker 2020

Las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara, al frente del estudio Grafton Architects, se han alzado con el Premio Pritzker 2020. El jurado del máximo galardón de arquitectura ha reconocido en esta ocasión la integridad en el enfoque de los edificios llevados a cabo por el despacho, así como la forma en que llevan a cabo su práctica, su creencia en la colaboración, su generosidad hacia sus compañeros de profesión, su incesante compromiso con la excelencia arquitectónica, su actitud responsable hacia el medio ambiente, su capacidad de ser cosmopolita y, al mismo tiempo, abrazar la singularidad de cada lugar en el que trabajan.

Yvonne Farrell and Shelley McNamara

Es la primera vez en la historia del galardón que se premia a un equipo compuesto por mujeres. Frente a los 43 arquitectos reconocidos, tan solo tres mujeres habían sido premiadas hasta la fecha —Zaha Hadid, Kazuyo Sejima y Carme Pigem—. Tal y como se desprende de la valoración del jurado, “pioneras en un campo que tradicionalmente ha sido, y sigue siendo, una profesión dominada por hombres, Farrell y McNamara son faros para los demás, forjando un camino profesional ejemplar”.

De la gran escala al mínimo detalle

Tras cuarenta años trabajando juntas, en su haber se encuentran numerosos edificios educativos, viviendas e instituciones culturales y cívicas. Todos sus proyectos buscan hacer una contribución más allá de los límites del edificio, consiguiendo que las ciudades funcionen mejor. Destacan, entre otros muchos encargos, la Universidad UTEC, en Lima; la Facultad de Económicas de la Universidad Luigi Bocconi, en Milán; la Escuela Superior de Minas de París; la Facultad de Económicas de Toulouse; las oficinas del Departamento Financiero de Dublín, o la Facultad de Medicina y residencia para estudiantes en Limerick, en su Irlanda natal.

Precisamente de su vinculación con esta isla repleta de montañas y acantilados se desprende su aguda sensibilidad hacia la geografía, los cambios de clima y la naturaleza. “Su enfoque de la arquitectura siempre es honesto, revelando una comprensión de los procesos de diseño y construcción desde estructuras a gran escala hasta los más mínimos detalles” asegura el jurado del Pritzker. Hábiles en diferentes escalas, desde grandes edificios institucionales hasta una casa de poco más de 100 m2, todas sus obras proponen un diálogo entre edificio y alrededores, demostrando así un profundo respeto por la cultura y el contexto. Su trabajo se resume en obras modernas e impactantes que nunca se repiten o imitan, pero siempre reflejan su propia voz arquitectónica.

El equilibrio entre fuerza y delicadeza define el trabajo de Grafton Architects

La escala más humana

Farrell y McNamara saben cómo diseñar secciones complejas de edificios para que las vistas conecten los espacios interiores con el exterior, permitiendo así que la luz natural penetre. A menudo, esta fluye desde tragaluces o ventanas de pisos superiores a través de los interiores de sus edificios, brindando calidez e interés visual, ayudando a los habitantes a orientarse fácilmente en los espacios y consiguiendo la conexión siempre necesaria hacia el exterior.

Valores como el humanismo, la artesanía, la generosidad y la conexión cultural con cada lugar y contexto en el que trabajan están presentes en todos sus trabajos. “Por ello, es sumamente gratificante que se nos conceda este reconocimiento a nosotras y a nuestra práctica, así como al conjunto de trabajos que hemos logrado producir durante muchos años”, asegura McNamara. A esto añade que también es un maravilloso reconocimiento de la ambición y la visión de los clientes que les encargaron y les permitieron llevar a cabo sus edificios. “Lo que intentamos hacer en nuestro trabajo es ser conscientes de los diversos niveles de ciudadanía e intentar encontrar una arquitectura que se ocupe de la superposición, que aumente la relación entre las personas”, sentencia Farrell.

Alumnas y profesoras

La Escuela de Arquitectura del University College Dublin (UCD) fue el nexo de unión de estas dos alumnas de arquitectura, que estudiaron de la mano de arquitectos racionalistas dispuestos a desafiar el pensamiento y la cultura preexistentes de la institución. Al graduarse en 1976, se les ofreció la oportunidad de enseñar en UCD, donde continuaron enseñando hasta 2006, siendo nombradas profesoras adjuntas en 2015. “Enseñar para nosotras siempre ha sido una realidad paralela, siendo una forma de regalar nuestra experiencia a otras generaciones para que realmente jueguen un papel en el crecimiento de la cultura”, comenta Farrell. “Aprendemos de los estudiantes y esperamos que los estudiantes aprendan de nosotras”, sentencia la galardonada.

Es la primera vez en la historia del galardón que se premia a un equipo de mujeres. Frente a los 43 arquitectos reconocidos, tan solo tres mujeres habían sido premiadas hasta la fecha

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