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Laboratorio a escala. Academia de las Ciencias de Renzo Piano

academiaEl arquitecto italiano Renzo Piano sobrepasa los límites de la arquitectura sostenible en el nuevo edificio de la Academia de las Ciencias de California, en San Francisco. Además de incluir algunas de las características propias de su obra, como la estética tecnológica, Piano ha creado el museo más verde del planeta.

TEXTO: Eduardo López-Jamar

El nuevo edificio de la Academia de las Ciencias de California, en la ciudad de San Francisco, ha sido bienvenido como una nueva obra maestra de la arquitectura. Su autor, el italiano Renzo Piano, un referente del movimiento conocido como hi-tech, en el que la tecnología y la arquitectura se unen en la estética del edificio y que tuvo su mayor auge durante la década de los 70, une en esta obra su querencia por las formas y los contenidos de estética tecnológica con la nueva corriente que impregna la arquitectura del siglo XXI: la sostenibilidad. Pero, como suele ser habitual en el autor genovés, no se ha conformado simplemente con cumplir el encargo, sino que ofrece un edificio bello estructural y formalmente, y que rompe los límites de lo considerado sostenible: es el edificio más grande del mundo que logra el máximo galardón LEED del US Green Building Council.
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La receta arquitectónica
Hace unos diez años los responsables de la Academia de las Ciencias de California decidieron que había llegado la hora de realizar una remodelación profunda en su sede. La institución, dedicada a la investigación y divulgación de las ciencias naturales, disponía de varios edificios e instalaciones independientes, algunos de ellos bastante obsoletos, de modo que decidieron llevar a cabo un lavado de cara del centro y, de paso, dar ejemplo de arquitectura sostenible.
academia interior2El escogido para llevar a buen puerto el proyecto fue Renzo Piano, quien ya era conocido en Estados Unidos por trabajos como el edificio del The New York Times, la expansión del High Museum de Atlanta o el Pabellón Cy Twombly, en Houston.

Así, reunidos en el mismo proyecto tres de los ingredientes básicos para lograr que la receta salga a pedir de boca –un cliente con voluntad, un presupuesto generoso y un arquitecto con imaginación y solvente– el resultado no podría ser otro que una delicatessen arquitectónica.

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