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Manuel Enriquez, ASA: «Necesitamos actualizar el concepto de sostenibilidad de la mano de la sociedad»

Manuel Enríquez Jiménez, arquitecto y socio del estudio ByE arquitectos en Pamplona junto a Javier Barcos Berruezo, se ha destacado en el campo de la arquitectura desde 1992, logrando más de cincuenta premios en concursos públicos. Su trabajo ha sido exhibido en numerosas exposiciones y publicado en más de noventa revistas especializadas. ByE arquitectos ha implementado un Sistema de Gestión en Ecodiseño y es reconocido por el edificio Nzeb en madera de Mendillorri, el primer edificio dotacional de Navarra con Certificación PASSIVHAUS. 

Manuel es PhD, Passive House Designer y ha sido Profesor Asociado en la Universidad de Navarra, impartiendo clases en varios másteres relacionados con la arquitectura y la sostenibilidad. Además, ha colaborado con el Gobierno de Navarra y el Ministerio de Educación y Cultura en proyectos de eficiencia energética y cualificaciones profesionales. Desde 2015, es miembro de la Junta Directiva de ASA, actualmente como presidente.

Con motivo de su asistencia como ponente a nuestro Espacio NAN Sostenibilidad de mayo, hemos charlado con él sobre el camino andado y lo que queda por andar para poder llegar a una arquitectura realmente sostenible.

«Aunque ahora existe una mayor intuición de conciencia sobre la sostenibilidad, seguimos enfrentando una fuerte corriente negacionista»

ASA es la Asociación de Sostenibilidad y Arquitectura creada hace 18 años por iniciativa del CSCAE. ¿Cómo ha evolucionado el concepto de sostenibilidad en este tiempo? ¿Realmente hemos avanzado o solo lo parece?

ASA se creó en 2007 por iniciativa del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, con Carlos Hernández Pezzi como presidente en ese momento. La fundación de ASA ocurrió en un contexto crucial: estábamos en el auge de la burbuja inmobiliaria, justo antes de la crisis financiera de 2008. Este periodo fue de gran actividad en la construcción, prácticamente desde finales de los años 80, y España se encontraba rezagada en comparación con otros países en términos de sostenibilidad en la edificación. 

En 2007 se implementó el Código Técnico de la Edificación, lo que marcó un punto de inflexión en la normativa de construcción en España. Y a lo largo de estos años hemos visto avances, aunque más lentos de lo que sería ideal. La adopción de directivas europeas ha sido clave en este proceso. 

Inicialmente, pensé que ASA tendría una existencia breve porque la necesidad de sostenibilidad parecía tan evidente. Sin embargo, 18 años después, aunque el sector y el concepto de sostenibilidad han evolucionado, el progreso ha sido más lento de lo necesario. La construcción es un sector con mucha inercia, involucrando a técnicos, productores, promotores, constructores y usuarios, lo que dificulta una rápida adopción de prácticas sostenibles.

Aunque ahora existe una mayor intuición de conciencia sobre la sostenibilidad, seguimos enfrentando una fuerte corriente negacionista, donde aún se cuestionan algunos aspectos innegables, como la existencia del cambio climático, por ejemplo. Deberíamos estar enfocados en cómo implementar soluciones sostenibles, pero todavía estamos debatiendo por qué son necesarias.

Decías en tu ponencia que tal vez deberíamos cambiar el término “desarrollo sostenible” y empezar a hablar de otras cosas. ¿Qué otros términos o conceptos crees que deberían sustituirlo en el futuro? 

Manuel Enriquez entrevista

Sí, yo creo que no es tanto una cuestión de que el concepto esté caduco, porque sigue siendo totalmente vigente y necesario. El problema es que estamos quemando la palabra «sostenibilidad». Cada vez hay más velocidad en la arquitectura y en la sociedad en general, y vamos quemando términos rápidamente. La palabra «sostenibilidad» empieza a aburrir a la gente, y se corre el riesgo de que se perciba como algo ya superado.

Por ejemplo, en nuestras charlas y encuentros en ASA, algunas empresas nos dicen que la sostenibilidad ya está superada, que todo es sostenible. Este es el peligro: que la palabra pierda su significado real. Nos ha pasado antes con el reciclaje, donde cualquier producto lleva el símbolo de reciclaje, pero no todos realmente se reciclan de manera eficiente. Entonces, aunque lleven el logo de reciclado, no es cierto que sean una solución sostenible.

Debemos pensar en otras palabras que mantengan la relevancia del concepto. Es con términos como «resiliencia», «inclusión» o «perspectiva de género», que actualizan y complementan el lenguaje según avanza la sociedad. Con la sostenibilidad, necesitamos hacer algo similar: actualizar el concepto de la mano de la sociedad, evitando que se convierta en algo elitista o exclusivo para quienes tienen medios económicos.

Porque un riesgo constante es que la sostenibilidad se concentre en grandes proyectos y no llegue al comercio local o a los artesanos, que quedan fuera de las certificaciones internacionales. Por ejemplo, en mi experiencia, he intentado hacer carpinterías de madera con carpinteros locales, pero no pudieron obtener los certificados necesarios por el alto coste. Al final, tuvimos que traer ventanas de Alemania. Esto refleja cómo el mercado y las certificaciones pueden excluir a la industria local, haciendo que la sostenibilidad sea accesible solo para grandes empresas con capacidad para industrializar.

La inclusión es un concepto clave. Así como la sociedad no debe dejar a nadie atrás, la sostenibilidad debe ser accesible para todos. Si se convierte en algo exclusivo de las personas o países con alto poder adquisitivo, estamos haciendo algo mal. Este es un peligro constante.

«El problema es que a menudo aplicamos certificaciones por cuestiones de marketing»

Mencionaste en Espacio NAN Sostenibilidad que las certificaciones actuales pueden llevar a una falsa sensación de logro. ¿Qué prácticas o enfoques específicos recomendarías para ir más allá?

Yo creo que nos falta información y formación. Hay muchas certificaciones diferentes, cada una con su enfoque. Lo primero que falta es un entendimiento claro de para qué sirve cada una. Por ejemplo, la certificación Passivhaus solo se preocupa por la energía; no le interesan los materiales ni otros aspectos. En cambio, otras certificaciones abarcan tanto aspectos energéticos como medioambientales. También hay certificaciones que se enfocan en la salud, como la certificación WELL.

El problema es que a menudo aplicamos certificaciones por cuestiones de marketing. Un promotor quiere que su proyecto sea visto como sostenible, así que busca una certificación que lo respalde. Pero en ese proceso, falta mucho conocimiento y formación. Esto lleva a que se certifiquen proyectos sin que realmente se logren los objetivos de sostenibilidad deseados. Se obtiene el certificado, pero el impacto real en el proyecto puede ser mínimo.

Uso de las certificaciones de sostenibilidad
Imagen: Oasishifi. Shutterstock.

Por eso, abogo más por la calificación que por la certificación. La calificación implica una autoevaluación constante y requiere formación. En nuestro sector, dependemos demasiado de recetas y nos sentimos cómodos cuando alguien nos da un “papelito” que dice que nuestro proyecto es sostenible.

Un aspecto positivo de las certificaciones es que nos ofrecen pautas que pueden ser incorporadas, una vez testadas, a la normativa para que estos estándares se conviertan en algo obligatorio y no dependan de iniciativas individuales, o de empresas privadas. Nuestra normativa ha mejorado mucho, pero todavía queda camino por recorrer.

«Deberíamos rehabilitar muchísimo más porque, lo que hacemos ahora, no está llegando a la base de la sociedad»

“Si lo que queremos hacer realmente es intervenir de lleno en el problema, tenemos que actuar en el multiplicador”. Fueron tus palabras en Espacio NAN. ¿Podrías explicar cómo ves el «efecto multiplicador» en la sostenibilidad de la arquitectura y cómo consideras que se debe intervenir en el mismo a la hora de llevar a cabo proyectos sostenibles?

Cuando nos enfrentamos a los retos de la sostenibilidad, tenemos que abordar problemas globales. Hablamos de cambio climático, de emisiones de CO2 a la atmósfera, de pérdida de biodiversidad, de gestión de recursos en el planeta, de la extinción de materias primas… Estos son retos globales. Entonces, si queremos ser serios, tenemos que acometer estos retos con actuaciones importantes que realmente tengan impacto en el planeta.

Por ejemplo, la rehabilitación es una de las acciones más efectivas en términos de sostenibilidad. Deberíamos rehabilitar muchísimo más porque, lo que hacemos ahora, no está llegando a la base de la sociedad. Muchas veces empezamos por la cúspide de la pirámide y no llegamos a todos. Es mucho más eficiente en términos de sostenibilidad rehabilitar casas y ahorrar un 20 o 30% de energía primaria real que construir unos pocos edificios espectaculares.

Yo tengo un edificio en Navarra, en el CENIFER, Centro Nacional de Formación en Energías Renovables, en funcionamiento desde hace ya casi 20 años, que es de balance energético cero. Esto significa que la energía que consume la produce  él mismo. Tiene fotovoltaica, paneles solares, un acumulador estacional, un invernadero, un muro trombe, un shunt  termosolar y más de 100 sensores que monitorizan su desempeño. Es un gran logro, pero si comparo ese impacto con lo que podría haber conseguido descarbonizando el hormigón de todos los edificios que he construido a lo largo de mi carrera, el impacto global sería mucho mayor.

Un ejemplo concreto es la rehabilitación que hicimos en la Colonia San Miguel, en el barrio de la Txantrea, en Pamplona. Rehabilitamos 10 comunidades con casas de los años 40 con estructuras de madera y bloques de hormigón sin aislamiento. Al principio, los vecinos estaban enfadados por las molestias, pero una vez terminada la rehabilitación, nos agradecían porque habían pasado el mejor invierno en 40 años. Eso es el efecto multiplicador: actuar a mayor escala y llevar los beneficios de la sostenibilidad a la gente común.

Entonces, cuando hablo del efecto multiplicador, me refiero a que los retos no son tener el mejor edificio con los mejores certificados, sino que estas prácticas lleguen a todos los niveles y realmente afecten a la mejora del planeta. 

«La globalización exige que observemos y aprendamos de lo que ocurre en otros lugares del mundo, especialmente en términos de sostenibilidad»

¿Cómo se compara la construcción en España respecto a países que construyen muchísimo más que nosotros, como puede ser China o India, y que también mencionaste en tu charla?

Actualmente, los países que más están afectando al medio ambiente son aquellos con una mayor tasa de crecimiento y población, como China e India. No es casualidad que estos países salgan a relucir constantemente, representan casi la mitad de la población mundial. 

En cuanto a la construcción, China e India están construyendo a un ritmo increíblemente rápido. Para ilustrar, en la COP26 de Glasgow en 2021, todos los acuerdos finales fueron firmados por más de 170 países, excepto China, India, Rusia y Arabia Saudí. Este es un claro indicio de la magnitud del desafío. La última COP se celebró en Dubái, lo cual ya de por sí es paradójico.

Sobre la globalización en la arquitectura
Imagen: Pixels Hunter. Shutterstock.

España, por otro lado, ha tenido un comportamiento fluctuante. Durante el boom inmobiliario, éramos uno de los países que más construía en Europa, superando incluso a Alemania, Italia, Francia e Inglaterra juntas en algunos años. Sin embargo, tras la crisis de 2008 y la pandemia de COVID-19, la construcción en España ha disminuido notablemente. Ahora, nuestro enfoque debería ser la rehabilitación, pero en comparación con otros países europeos, seguimos rehabilitando poco.

Si comparamos con países como China o India, la diferencia es abismal. Estos países no solo construyen más, sino que su desarrollo es mucho más acelerado. La India, por ejemplo, tiene un potencial enorme y se proyecta que en pocos años será una de las principales potencias mundiales debido a su gran población y capacidad tecnológica.

Este dinamismo global tiene implicaciones importantes para la sostenibilidad. En Europa estamos avanzando, pero el ritmo es más lento en comparación con el desarrollo frenético de países como China e India. La globalización exige que observemos y aprendamos de lo que ocurre en otros lugares del mundo, especialmente en términos de sostenibilidad.

Un problema adicional es la falta de compromiso de estos grandes países con los acuerdos climáticos. Estados Unidos, por ejemplo, durante la administración de Obama firmó acuerdos importantes, pero con la llegada de Trump, se retiraron del Acuerdo de París. Esta falta de continuidad y compromiso serio por parte de las grandes potencias dificulta los esfuerzos globales.

«La administración pública debe jugar un papel proactivo, no esperar hasta el último momento para aplicar las nuevas normativas»

Y hablando de certificados, directivas… ¿Cuáles son los principales retos que ves en la implementación de la nueva directiva de eficiencia energética de los edificios (EPBD) en España y cómo crees que pueda evolucionar o hacia dónde deba hacerlo?

Creo que dentro de este maremágnum en el que nos encontramos, tenemos la suerte de pertenecer a la Unión Europea, que trabaja constantemente en la evolución y mejora de las normativas, obligándonos a ponernos al día y a adaptarnos a nuevos estándares. Nos fuerza a avanzar en temas que, de otro modo, podrían quedar rezagados.

En cuanto a la nueva directiva de eficiencia energética de los edificios (EPBD), se enfrenta a varios retos en España. Uno de los principales desafíos es la necesidad de cambiar el enfoque tradicional de las certificaciones energéticas. Actualmente, la mayoría de las certificaciones se centran únicamente en el consumo de energía operacional, es decir, lo que gasta un edificio durante su vida útil. La directiva europea nos insta a ampliar este enfoque y a considerar también la energía y el impacto ambiental durante la construcción y la demolición del edificio. Esto implica medir no solo el consumo energético en uso, sino también evaluar el ciclo de vida completo de los materiales, desde su extracción hasta su desecho o reciclaje.

Este cambio de paradigma es crucial porque nos obliga a tener en cuenta la huella de carbono total de los edificios. Por ejemplo, hay edificios que, aunque consumen poca energía en su uso diario, son extremadamente contaminantes debido a los materiales y procesos utilizados en su construcción. La directiva nos lleva a pensar en términos de economía circular: considerar de dónde vienen los materiales, cómo se extraen, transportan y manipulan, y qué sucede con ellos al final de su vida útil.

Otro aspecto interesante de la directiva es su enfoque en la descarbonización y la necesidad de establecer estándares mínimos. Actualmente, cuando se certifica un edificio, se le asigna una calificación energética que puede ser muy baja (como F o G) y, aunque se realicen mejoras, estas pueden no ser suficientes para alcanzar un estándar adecuado. La directiva propone establecer un plazo para que estos edificios mejoren significativamente y priorizar las ayudas y subvenciones en función de la necesidad. Por ejemplo, se debería priorizar la rehabilitación de los edificios en peor estado para elevar su eficiencia energética.

Implementar esta directiva en España requerirá una gran cantidad de esfuerzo y coordinación. La administración pública debe jugar un papel proactivo, no esperar hasta el último momento para aplicar las nuevas normativas. Y es esencial que el sector de la construcción no sea reactivo, sino que se prepare de antemano. Esto implica formar a los profesionales y preparar al sector para los cambios que se avecinan. 

Debemos empezar a trabajar desde ya en la formación y adaptación del sector para que, cuando lleguen los plazos de implementación, estemos preparados y no nos pille por sorpresa.

«Es cierto que la energía eólica y solar son esenciales para un futuro sostenible, pero hay que ser consciente de sus impactos»

Hablabas también en nuestro Espacio de ejemplos de autocrítica constructiva que se pueden hacer dentro de la arquitectura. ¿Nos puedes compartir alguno?

Yo creo que la autocrítica es fundamental en nuestro sector, especialmente para quienes llevamos años en esto, o corremos el riesgo de caer en la autocomplacencia y pensar que todo está hecho, cuando en realidad no es así.

Un ejemplo es el de algunas centrales de biomasa. Estas centrales son interesantes porque queman residuos agrícolas que, durante su vida útil, han absorbido CO2. Sin embargo, cuando se empezó a fomentar su uso de manera indiscriminada, para abastecer a algunas de estas centrales se generaron plantaciones exclusivamente para quemar en estas centrales. Esto pervierte el concepto inicial de utilizar residuos y se convierte en un nuevo problema.

Además, hay ejemplos concretos en la edificación. En Navarra, construimos un edificio con una caldera de biomasa para abastecerlo. Durante un tiempo, debido a la falta de un mercado regulado para los pellets, tuvimos que importar pellets desde Rumanía en camiones. Esto significa que la huella de carbono de esos pellets era enorme debido al transporte, lo cual contradice el objetivo inicial de sostenibilidad del proyecto.

También pasa con las certificaciones energéticas. El Código Técnico de la Edificación (CTE) en un momento dado permitía que cualquier edificio con una caldera de biomasa automáticamente recibiera una calificación A, sin importar otros aspectos de su eficiencia energética. Esto llevó a situaciones en las que se instalaban calderas de biomasa solo para obtener la calificación, sin considerar si era realmente la mejor opción sostenible para el edificio.

La autocrítica también se aplica a las energías renovables. Es cierto que la energía eólica y solar son esenciales para un futuro sostenible, pero hay que ser consciente de sus impactos. Por ejemplo, las grandes huertas solares ocupan vastas extensiones de terreno que podrían tener otros usos. Y en algunos casos, la instalación de paneles solares en lugares históricos o con una alta carga patrimonial puede tener un impacto muy negativo. 

«El alumnado se ha convertido en un bien preciado y hay una competencia por atraerlo»

Mencionaste que la sostenibilidad debería ser parte integral del temario en las escuelas de arquitectura. Tú tienes además amplia experiencia como docente en másteres. ¿Qué cambios específicos propondrías en la educación arquitectónica para incluir la sostenibilidad?

Yo he formado parte de un máster en Diseño y Gestión Ambiental de Edificios durante más de diez años y sí es verdad que las escuelas de arquitectura llevan una línea algo alejada de la realidad social. Se considera que aspectos como la sostenibilidad son temas para abordar en un máster, en lugar de integrarlos en el grado.

Esto es un problema. Los másteres deberían ser para enseñanza nueva y novedosa, pero si llevamos 15 años con el mismo máster, significa que esto debería haberse integrado ya en el grado. No es así en la práctica.

Cuando yo estudié arquitectura, había seis escuelas en toda España; ahora hay unas 36 o 37. El alumnado se ha convertido en un bien preciado y hay una competencia por atraerlo. Los másteres se están convirtiendo en una fuente de financiación extra porque son más caros que los grados. Esto nos lleva a inventar más másteres.

Sobre los másteres de arquitectura
Imagen: Polinaloves. Shutterstock.

Se están generando másteres habilitantes que son obligatorios para colegiarse como arquitecto. Aunque tengas la titulación de grado, necesitas hacer un máster habilitante para poder firmar proyectos, y esto se hace en continuidad del propio grado, sin tiempo para que el alumnado sepa realmente cuáles son los campos de trabajo que más le interesan.

He visto que los mejores alumnos que he tenido en el máster eran personas mayores que ya habían trabajado en el mercado y decidieron especializarse en sostenibilidad porque les interesaba. Estos alumnos eran excelentes porque sabían de arquitectura y cuestionaban lo que se enseñaba. En contraste, muchos alumnos estudian el máster en continuidad con el grado porque las escuelas quieren mantenerlos por la fuente de ingresos que representan. Este sistema no fomenta el verdadero interés ni el conocimiento profundo.

Esto demuestra que nuestra formación está mal orientada. Deberíamos enfocarnos en formar personas que realmente tengan interés en la sostenibilidad, en lugar de seguir el ciclo de estudios sin cuestionar su utilidad.

«La rehabilitación es una de las soluciones más importantes, pero no estamos generando el sector de manera adecuada»

Ahora, una pregunta clave respecto a algo que se habla mucho y que de hecho será el tema de nuestro siguiente Espacio NAN: la rehabilitación. ¿Cuál es la importancia de la rehabilitación en una estrategia global de sostenibilidad y eficiencia energética?

La rehabilitación es vital. En ASA llevamos más de dos años organizando encuentros llamados Presentes Energéticos junto con el Observatorio 2030 del CSCAE. Hemos hecho ya tres ciclos de estos encuentros, y los dos últimos se han centrado exclusivamente en la rehabilitación. Hasta la fecha, hemos realizado 18 talleres por toda España, presentando más de 50 casos de éxito en rehabilitación. Estos casos se pueden medir y monitorizar, demostrando que la rehabilitación es fundamental por su efecto multiplicador.

La rehabilitación es más costosa, lenta y engorrosa que la construcción nueva, por lo que muchas constructoras prefieren proyectos nuevos. Sin embargo, es fundamental porque es la única manera de hacer que la sostenibilidad tenga un impacto masivo. Si en España solo aplicamos sostenibilidad a los edificios nuevos, nunca mejoraremos realmente, porque la mayoría de las viviendas y edificios ya están construidos. 

En todo esto, la administración juega un papel crucial. En Navarra, donde se rehabilita bastante desde hace años, vimos una locura con los fondos europeos en 2023. Se abrieron expedientes y se aprobó todo lo que entraba en la rueda de rehabilitación, pero el 31 de diciembre se cerraron las subvenciones y en lo que va de año ya no se presentan prácticamente expedientes nuevos. Esto no puede ser. Tuvimos reuniones con la Dirección General y el Colegio de Arquitectos para discutir este problema. No se puede generar un sector así, abriendo y cerrando ayudas de manera intermitente.

Y las comunidades de vecinos se sienten engañadas cuando las subvenciones se detienen de repente. La administración debe facilitar y organizar el proceso para que sea continuo. La rehabilitación es fundamental y debería ser una prioridad constante, no una moda pasajera.

La rehabilitación es una de las soluciones más importantes, pero no estamos generando el sector de manera adecuada. La administración debe facilitar las cosas y proporcionar un apoyo continuo. Debemos insistir en esto y seguir trabajando para que se convierta en una práctica común y eficiente.

«Europa nos proporciona pautas y líneas de acción que debemos seguir y adaptar a nuestra realidad»

Para ser parte de la solución y no del problema, ¿cómo crees que puede la colaboración entre diferentes sectores (arquitectura, ingeniería, construcción, gobiernos) mejorar la sostenibilidad en la arquitectura?

La colaboración entre diferentes sectores es esencial para mejorar la sostenibilidad en la arquitectura. Hace 25 años, en abril de 1999, se aprobó el Plan de Viviendas Bioclimáticas de Navarra, un documento que tuve la suerte de coordinar durante más de año y medio para el propio Gobierno de Navarra.

El plan proponía, entre otras cosas, una ciudad bioclimática con mil viviendas autosuficientes y eléctricas. Aunque las viviendas bioclimáticas eran escasas en ese momento, se decidió extender el plan a toda Navarra. En las conclusiones de ese plan, que siguen siendo válidas hoy, se destacaron varios puntos cruciales.

Primero, mejorar la información. Necesitamos información clara y veraz, no sesgada por lobbies comerciales. 

En segundo lugar, mejorar la formación. Es fundamental que los profesionales del sector comprendan realmente lo que están haciendo. Por ejemplo, si estás diseñando una vivienda, debes saber cuántos kilovatios hora por metro cuadrado año consume. No basta con rellenar formularios de certificación sin entender los datos.

En tercer lugar, apoyarnos en el análisis y la difusión de las directivas europeas. Europa nos proporciona pautas y líneas de acción que debemos seguir y adaptar a nuestra realidad. Es importante participar en programas europeos y generar nuestros propios programas de actuación para crear un sector fuerte y autónomo.

Finalmente, es crucial crear actuaciones propias adaptadas a nuestra idiosincrasia. España debe fijarse en las directivas europeas, pero también desarrollar sus propios programas y directivas. Si solo copiamos modelos nórdicos y los aplicamos en Almería, por ejemplo, corremos el riesgo de implementar soluciones inadecuadas para nuestro clima. Necesitamos soluciones propias que consideren nuestras particularidades climáticas y culturales.

Para terminar, ¿puedes destacar algunos avances positivos en sostenibilidad?

Creo que nuestra obligación es mantener una perspectiva crítica para no caer en la autocomplacencia, pero la realidad es que hemos avanzado mucho. Por ejemplo, cuando personas del MITMA anuncia que el próximo Código Técnico incluirá un documento específico sobre sostenibilidad, es un gran paso adelante. Este tipo de avances reflejan el compromiso institucional con la sostenibilidad.

Además, me impresionó mucho la jornada de Espacio NAN en la que participé. Aunque me generó autocrítica, ver la participación de tantas empresas multinacionales y estudios de arquitectura prestigiosos que se han comprometido con la sostenibilidad es muy alentador. Las promotoras también están haciendo esfuerzos significativos. Estos avances son reales y muestran que estamos avanzando en la dirección correcta.

Es importante que esta ola de sostenibilidad en la que estamos inmersos no se detenga. Hemos pasado por ciclos de subidas y bajadas en nuestro compromiso con la sostenibilidad, pero ahora debemos asegurarnos de que esta ola sea constante. Hay muchos factores que apoyan esta tendencia y debemos aprovechar la inercia positiva.

La clave es no conformarse con lo logrado, si no ser autocríticos y seguir buscando mejorar. 

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