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Estudio Herreros redefine las áreas públicas del Museo Malba de Buenos Aires

Malba se inscribe en la corriente de los museos de arte contemporáneo de nueva generación, asumiendo que el propio concepto de museo ha transmutado enérgicamente del clásico archivo de arte a un auténtico condensador social en el que todos los grupos ciudadanos quieren estar representados.

Según Juan Herreros y Jens Richter, socios de estudioHerreros, la primera condición que Malba debe atender es la de ser inclusivo, receptivo y amigable frente a una ciudadanía que no quiere saber de barreras ni elitismos, promoviendo programas públicos híbridos que incluyen investigación, educación, compras, encuentros de todo tipo y dando acceso a todo. La ciudad debe entrar en el museo y con ella, las personas, que deben encontrar allí un entorno que les resulte familiar, que entiendan que ha sido pensado para ello. El arte contemporáneo, en definitiva, no es otra cosa que la expresión creativa de unas personas que tienen las mismas preocupaciones que los ciudadanos.

En este diálogo entre los visitantes y el arte juegan un papel crucial los momentos de contacto con el edificio: cruzar el umbral, comprar una entrada, dejar un abrigo en el guardarropa para sentirse como en casa, recibir información o aprender a utilizar una audio-guía. También forma parte de la experiencia sentirse cliente privilegiado de una tienda que ofrece referencias del mundo del arte, recuerdos o el regalo perfecto, así como tomar algo en su cafetería informal o relajarse en su restaurante. Al Malba ya no se irá solo a ver exposiciones, sino a otras muchas cosas más.

Para ello, estudioHerreros ha recurrido a un conjunto de materiales muy cotidianos, próximos a la estética industrial o al bricolaje, para manipularlos con sencillas operaciones de ensamblaje, que trasladan el mensaje de que lo podría haber construido uno mismo. El proyecto unifica todas las actividades previas o posteriores a la visita a las salas de exposición en un único espacio diáfano, con un suelo continuo que recuerda el hormigón de las aceras, sobre el que se distribuyen una serie de pequeñas construcciones en madera, perfilerías de acero y aluminio y poco más.

Este código estético y constructivo se extiende a los mostradores de recepción y venta de billetes, las estanterías y expositores de la tienda o las grandes mesas corridas de la cafetería, pero también a otras piezas más menudas como bancos, banquetas, sillas o taburetes que conforman una serie de mobiliario estudioHerreros for Malba que introducen un carácter doméstico en el espacio intermedio entre la ciudad y las salas de exposición.

Juan Herreros define el proyecto como “una gran instalación construida totalmente en seco que no pretende competir ni afectar al edificio original, sino estimular el interés de los visitantes por el arte contemporáneo a través de la reducción de la solemnidad que estos lugares suelen ofrecer y ante la que muchos visitantes sienten que el contenido del edificio no va con ellos”.

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