Reformar una casa en la que el propio cliente ha vivido durante años es un reto que necesita por su parte de cierta regresión y capacidad para salir de su zona de confort.
Tal fue el caso de este proyecto, donde tras décadas habitando una misma vivienda, los clientes fueron capaces de poner en manos de Destudio su propiedad y realizar una tabula rasa desde la que comprender cómo se podían adaptar los diferentes espacios a sus necesidades funcionales.
Tal fue así que el resultado de este proceso derivó en una vivienda que invierte sus zonas de día y de noche y se adapta además a la nueva realidad familiar.
La zona de día vuelca a las zonas más luminosas de la casa, integrando la cocina como parte de la misma, aunque matizando su diferencia mediante unas puertas correderas de vidrio. La posición de la cocina permite además un mayor aprovechamiento de la terraza, a la que se accede desde aquella, y también disponer de un espacio de lavadero anexo que conecta visualmente a través de una vinoteca.
El salón cuenta con grandes dimensiones gracias a que en el comedor se emplea una estrategia propia de proyectos de restauración: para maximizar el espacio se dispone de un banco corrido perimetral, lo que permitirá que la mesa de comedor se sitúe más cerca de las paredes y por tanto quede más espacio libre en el resto de la estancia.
La zona de noche vuelca a los patios interiores, contando con un dormitorio principal con vestidor y baño en suite y otros dos dormitorios que se sirven de un baño común.
En cuanto a la paleta material, la pretensión fue que la arquitectura de la casa actuara como un telón de fondo cálido sobre el que exponer las piezas de arte que los propietarios ya poseían. Vemos así acabados continuos arcillosos en las paredes, maderas de roble de tonos suaves o porcelánicos de tonos piedra que conectan con el hormigón visto de los pilares. Sobre todo ello, destacan las piezas de mobiliario escogidas para la vivienda y las obras de arte.
Fotografías: David Zarzoso
