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Ca l’Ocell: una joya arquitectónica en el corazón de Port Maó

Con espacios que fluyen armónicamente desde el interior hacia un jardín meticulosamente diseñado y una piscina que refleja el azul de la cala cercana, Ca l'Ocell es una sinfonía visual que establece un diálogo ininterrumpido con su entorno natural.

Adentrarse en el sendero que conduce a Ca l’Ocell es embarcarse en una experiencia enriquecedora, donde naturaleza y arquitectura danzan en un ballet poético. Este enclave, alejado de la efervescencia de las calles portuarias, invita al viajero a seguir una ruta serpenteante entre montañas intactas de Sant Antoni, marcadas por caminos ancestrales y embriagadores olores del bosque mediterráneo.

Finalmente, el sendero culmina en el exquisito mirador de Cala Rata, rodeado de blancas moradas que parecen guardar los secretos de antiguas generaciones. Es en este rincón donde Ca l’Ocell emerge imponente, similar a un faro que ilumina el entorno con su presencia.

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Adentrándonos en Ca l’Ocell

Ca l’Ocell, ubicada en el pintoresco Sant Antoni y firmada por Cierto Estudio, es una obra maestra arquitectónica que combina innovación con la herencia de las Islas Pitiusas. Anidada entre montañas y serenas calas, esta residencia se distingue por su diseño angular y contrastante, centrado en un luminoso núcleo verde.

Al llegar, el acceso a la vivienda se presenta desde su fachada más modesta y privada. Sin embargo, esta sensación contenida se desvanece al abrir la puerta, donde las vistas se extienden en todas direcciones, integrando tres componentes principales del paisaje exterior al interior: el puerto, la cala y las montañas.

Los amplios espacios interiores se revelan, mostrando panorámicas que abarcan desde el tranquilo puerto hasta las imponentes montañas, pasando por la serenidad de la cala. La esencia del paisaje se infiltra en cada rincón, creando un diálogo constante entre el interior y el exterior.

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Juego de luces y sombras

El diseño de Ca l’Ocell es una amalgama perfecta de tradición y modernidad. Inspirándose en las construcciones clásicas de las Islas Pitiusas, presenta volúmenes fragmentados que se ensamblan armoniosamente, creando un juego de luces y sombras. Cada uno de estos espacios, con su intrincada geometría, es como una cápsula del tiempo, ofreciendo un lugar único para la reflexión, el descanso o el encuentro. Cada volumen alberga una estancia, envuelta en sí misma, cuya geometría facetada siempre juega con ángulos múltiples de 30 grados. 

Uno de estos volúmenes se convierte en protagonista inesperado gracias a su impresionante brillo verde y su posición en el corazón de la casa. Anclado como una estaca, atrae la escalera como un imán, convirtiéndose en el eje de rotación del espacio que lo rodea. Esta energía dinámica concentra las actividades más sociales hacia las zonas del comedor y la cocina. Es, sin duda, el estómago de Ca l’Ocell: un lugar para cocinar, charlar, servir y reunirse. 

Por otro lado, el salón se aleja de estas actividades, buscando un ambiente más cómodo y contenido alrededor de la chimenea, con una ventana que se asoma al puerto. Ambos espacios se nivelan con el exterior, estableciendo una relación entre el comedor y la cala, y el salón y la tranquilidad de las montañas. En las extremidades de este cuerpo central, los dormitorios orbitan como satélites independientes. Cada uno de ellos está complementado con una pieza de baño que parece adornarlo, con distintos colores y patrones de luz.

Un remanso de paz para relajarse al aire libre

El jardín, al igual que el interior, ofrece espacios bien delimitados y definidos, resultado de la geometría angulada de la casa. Se suman muros de piedra, celosías de madera, toldos retráctiles y una cuidadosa selección de plantas.

Incluso la piscina está concebida como una habitación adicional, donde se puede disfrutar de la paz y la quietud del entorno. Su tonalidad verde se fusiona con los matices del agua en la cala. Y quién sabe, quizás un ocell decida visitar al atardecer. 

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Fotografías: @ José Hevia. Cortesía de Cierto Estudio

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