Las Casas Loyola fueron, desde el inicio, un proyecto repleto de retos. En primer lugar, el terreno sobre el que se encontraba el complejo, y su distribución influenciada por la explotación urbanística, limitaba las zonas exteriores de recreo, así como las entradas de luz natural.
Por otro lado, se sumaba la voluntad de brindar a las viviendas un carácter independiente, pese a pertenecer a un complejo residencial de casas adosadas.
“Los promotores, una pequeña cooperativa de familias que compartían ese objetivo común,requerían de una personalización, de espacios exteriores disfrutables e intimidad, un reto teniendo en cuenta la gran densidad de parcelas de similares características que conforman esta bella zona urbana de la costa vasca”, explicaba el equipo de diseñadores.
Sendos factores supusieron todo un proceso de experimentación volumétrica y de interiores por parte del equipo de diseñadores, quienes tuvieron que pensar hasta el último detalle para brindar calidez a la vivienda y privacidad al área del jardín.
Una atmósfera luminosa
Accediendo a la casa, destaca el protagonismo del blanco, presente tanto en el mobiliario como en paredes y accesorios decorativos. Una elección que, sumada a los grandes ventanales alojados en la zona del comedor, potencia la entrada de luz en la vivienda, dando lugar a un espacio más amplio y luminoso. Por otro lado, la elección de un pavimento de madera aporta calidez, añadiendo ese toque hogareño que demandaban los propietarios.
“El predominio de materiales en color blanco, nos aportan una cantidad de luz muy importante durante el día, pero, en el ámbito residencial, pensamos que estos acabados deben ser contrarrestados con otros que aporten unos grados de calidez, y es ahí donde entendemos que la madera, en este caso natural, junto con la correcta regulación de la luz, tienen un papel importante”,contaba el equipo de Ramos Bilbao.
Esta atmósfera de sencillez y pulcritud se traslada también a la cocina, estrechamente conectada con la sala de estar, donde los diseñadores eligieron HIMACS como material principal para diseñar la isla central y el fregadero integrado.
En este caso, la piedra acrílica resultaba un aliado idóneo, ya que su resistencia y ausencia de porosidades garantizaba la máxima higiene y seguridad en la cocina, una estancia donde dichos factores son cruciales. “Desde hace años consideramos que la superficie sólida es uno de los materiales que más nos aporta a nivel de diseño, fiabilidad y durabilidad. Nos permite realizar prácticamente cualquier pieza que imaginemos evitando la ejecución de juntas, algo positivo a nivel tanto estético como de higiene, imposible o muy difícil de realizar con materiales convencionales», explicaba el estudio.
Así, el uso de la tonalidad Alpine White de HIMACS da continuidad a la eminencia del blanco, reforzando, además, el carácter luminoso que buscaba lograr el equipo de diseñadores.
La isla central, diseñada en forma de L, conecta las estancias a ambos extremos de la cocina, funcionando como una suave transición en la planta baja de la vivienda. Con múltiples opciones de almacenamiento, incluye también una pequeña zona de barra. El fregadero,también realizado en HIMACS y perfectamente integrado en la estructura, fluye en sintonía con las líneas geométricas del resto del mobiliario. “La integración y el concepto abierto es algo que acompaña al propio diseño del proyecto, algo inherente y que no podría entenderse de otra manera”, detallaban los arquitectos.
Colocados justo en frente de la isla central, la cocina cuenta con armarios altos, diseñados de forma totalmente lisa, sin tiradores, aportan armonía y evitan el ruido visual que muchas veces generan las despensas o las zonas de pequeños electrodomésticos.
En los exteriores, en cambio, destaca una fachada de inspiración industrial, recurriendo al uso de materiales de una estética más brutalista y primitiva, como el hormigón. La distribución del jardín, por otro lado, bordea la silueta en forma de L de la planta baja, eliminando los problemas de privacidad entre vecinos. Así, este proyecto, desde el interior al exterior, conseguía respetar la naturaleza del terreno de la costa vasca, pero logrando el objetivo que buscaban los propietarios: luminosidad, calidez e independencia que disfrutar dentro de un entorno comunitario.
