Esta reforma y ampliación de una vivienda en el Pinar de Conde Orgaz, en Madrid, responde a las particulares necesidades de los clientes. Se trata de un matrimonio que cuenta con nueve hijos y que tienen un marcado sentimiento religioso. El arquitecto Ignacio Hornillos busca la armonía con la vivienda existente mediante la introducción de cuatro objetos que generen un cambio espacial y funcional a través de cuatro operaciones arquitectónicas.
Adosar = Pabellón
El nuevo pabellón se sitúa en la huella de una antigua construcción de garaje. El uso cambia y se genera un volumen alargado y rítmico donde construir un interior acogedor vinculado al uso de la piscina. El muro curvo invita a descubrir el espacio de la piscina y un ventanal de madera y vidrio de 6 metros da luz sirve de fachada para los grandes pinos que existen en la parcela. De este volumen, sale un subpabellón más bajo y estrecho, paralelo a la vivienda principal, y que esconde los usos necesarios para guardar las bicicletas y poder realizar barbacoas los días de sol.
Insertar = Dormitorio
Debido a la gran familia que forman, un encargo de los clientes era poder insertar en su vivienda un mini-apartamento para los padres. Es una nueva habitación abierta y ordenada, los materiales van en consonancia con la reforma y pretende ser un oasis de intimidad ante el bullicio de los nueve hijos. El baño se integra a través del uso de celosías de madera de roble que caracterizan el espacio sin perder intimidad.
Tamizar = Porche
El uso de la piscina cambia completamente a través de un espacio en sombra y un nuevo pavimento. Frente al pabellón y al otro lado de la piscina se construye una estructura compleja y ligera donde poner una mesa y disfrutar de una reunión bajo la sombra de la naturaleza. La estructura metálica ordena el espacio, construye un marco para la vegetación, permite la privacidad con el vecino y crea un tamiz para los meses de calor.
Excavar = Capilla
Esta ampliación no sería la misma si no tuviera el protagonismo de la capilla enterrada. Como si fuera un cofre escondido, la familia sitúa en los cimientos de la antigua casa el espacio de culto. Un lugar silencioso y acondicionado climáticamente donde levantar con materiales nobles un lugar de oración. El acceso se organiza a través de unas escaleras cercanas al pabellón donde una puerta indica el uso del espacio y descubre a través del ventanuco un interior sorprendente.
El mobiliario ha sido realizado a medida íntegramente, donde la sección de cada elemento reproduce el símbolo de la cruz para trasmitir mayor coherencia con el espacio de oración. Existen dos mundos claramente diferenciados, el lugar terrenal en colores tierra y unas paredes rugosas frente al altar brillante y sobrio que se construye con mármol blanco y metales como hierro y bronce.
© Fernando Alda
