Ojo de Pez Arquitectura fue fundado en 2005 por Carolina González Vives, una arquitecta que ha incorporado a su disciplina estudios en profundidad sobre medioambiente, eficiencia energética y especialmente el agua y sus aplicaciones en la arquitectura y el urbanismo.
¿Cómo definirías vuestra actividad?
Somos un equipo muy flexible porque lo que ambicionamos es conciliar cuestiones de diseño con cuestiones ambientales, y entender que hay problemas ambientales que tienen una resolución que está basada en el diseño. Hay cuestiones de forma y de materialidad que tienen un impacto enorme en el comportamiento termodinámico y ecológico del espacio que nos rodea. Desde esa perspectiva, las soluciones que tratamos de buscar tienen que ver con el diseño de arquitectura y urbanismo, no tanto con implementaciones más tecnológicas sino con cuestiones básicas que han sido competencia de la arquitectura toda la vida.
¿En qué momento aparece el interés por el agua?
El tema del agua viene después. Hemos notado que hay un vacío muy grande en toda la sensibilidad de la sostenibilidad en arquitectura y urbanismo. La cuestión energética está más desarrollada, hay mucha normativa que controla la eficiencia energética de los edificios. Sin embargo, en un país donde uno de los problemas fundamentales es la aridez y la escasez de agua, todavía no está incorporado. A lo largo de finales del siglo XIX y siglo XX hemos hecho una inversión muy dirigida a la obra hidráulica. Eso ha resuelto muchos problemas, ha permitido tener una economía hortofrutícola que a principios del siglo XX tenía mucho sentido pero que ha ocultado la realidad de un paisaje que es árido en su mayoría. Eso ha hecho que la demanda de agua siempre supere a la oferta, por más obras hidráulicas que hagamos.
¿Qué relación debe tener la arquitectura con su entorno geográfico?
Hay una cuestión que tiene que ver con la vegetación y las formas autóctonas del paisaje que gestionan de manera óptima la cantidad de agua, de materia y de energía. Es un término que en ecología se llama unidades de disipación, que funcionan de una manera óptima porque preservan la mayor cantidad de agua, preservan la mayor cantidad de materia dentro de su ecosistema y gestionan de manera óptima la energía solar. Por ejemplo, la evaporación clave porque es el proceso de gestión energética más importante de la biosfera.
¿Puede aplicarse la evaporación a la arquitectura?
Es muy importante a la hora de entender el interés de la refrigeración evaporativa. En paisajes que tienen suficiente agua, un porcentaje elevadísimo de la radiación solar, hasta el 70%, no se transforma en calor sensible, sino que se transforma en el cambio de estado del agua. En un sistema bien diseñado, ese aire refrescado puede preservarse. Y eso se puede llevar al edificio.
¿Por qué está el agua tan oculto en la ciudad?
Muchos de los patrones de belleza a nivel de paisaje y de espacio público, como el referente de las praderas verdes de zonas con mucha agua como la costa este de Estados Unidos o el norte de Europa, han sido importados y los hemos extendido en paisajes que no son así. Eso se ha aplicado también a escala de arquitectura. La ciudad del siglo XIX muy preocupada por las cuestiones higiénicas, en el momento que se descubre que muchas de las epidemias se transmiten a través de la contaminación del agua, queda toda totalmente estigmatizado, se mete en capas subterráneas para poder protegerlo y para poder evacuarlo lo más rápido posible. Eso construye una ciudad muy seca, genera un ambiente muy recalentado, acentuando todavía más el problema de la isla de calor, que es el fenómeno climático más importante de las ciudades. En Madrid hay una diferencia de hasta ocho grados entre las zonas más cálidas, en la almendra central, con más combustión de coches y menos ventilación, con el exterior. Esto tiene un impacto enorme en consumo de energía en refrigeración, en aires acondicionados, que incrementan la temperatura de la ciudad otros dos grados. El aire acondicionado refrigera unas zonas a costa de calentar otras.
«Hay problemas ambientales que tienen una resolución basada en el diseño»
Dada la tipología de vuestros proyectos, ¿con qué especialistas trabajáis?
Nosotros hemos colaborado con profesionales muy diversos. La colaboración con buenos ingenieros ha sido clave, y hay personas muy válidas que nos han ayudado a tener una orientación más precisa, a entender qué oportunidades hay de control. También trabajamos con ecólogos, paisajistas y geólogos, dependiendo del tipo de proyectos. El tema del agua es muy transversal, en los documentos que hemos elaborado hemos trabajado también con químicos para los temas de calidades del agua. Cuando un arquitecto preocupado por la sostenibilidad se pregunta qué sentido tiene hacer una cubierta captadora o depurar el agua, al final coge un hilo de investigación que atraviesa todas las escalas y todos los sectores.
Cuando vemos los planos históricos, vemos que Madrid estaba atravesada por multitud de arroyos pequeños, que explican la forma del suelo. En el momento que ves las líneas del suelo y la ciudad previa al siglo XIX, antes del saneamiento, ves cómo la ciudad ha tenido que respetar esas líneas de agua que después hemos borrado.
En concreto, en una ciudad como Madrid, ¿qué puede hacerse?
Lógicamente tienen mucho más potencial los sitios que no están consolidados. El PAU de Valdebebas ha sido la última oportunidad perdida. En un paisaje bastante seco tenía un arroyo que atravesaba toda la esa superficie, había una línea de vegetación espontánea bastante frondosa. Cuando se ha planteado su urbanización se ha explanado, borrando la forma del suelo y se han construido unos tanques de tormenta subterráneos, para recoger todo el agua que se acumula. Si la ciudad no existiera, el suelo sería empapado por el agua. Pero se ha impermeabilizado y construido este sistema para evacuar el agua a la mayor velocidad posible. Sorprendentemente, hemos vuelto a utilizar los mismos planteamientos. Hubiera sido una ocasión perfecta para la creación de un parque lineal, aprovechando la forma espontánea del paisaje y que naturalmente el agua se acumula ahí.
¿Cómo definirías el oasis urbano?
Es una propuesta para entender la ciudad de otra manera. Ahora la ciudad es una isla de calor, un mundo mucho más caliente que la periferia. Sin embargo, esta cantidad de agua que hay en el interior permite, con un buen diseño, invertir este funcionamiento. Esto tiene que ver con dejar de entender el agua residual como un residuo, sino como un valor.
¿Hay ejemplos que tengan en cuenta el agua de este modo?
En nuestra investigación hemos identificados sitios que trabajan así. En el oeste de Estados Unidos tienen un tipo de ciudad diferente, pero tienen muchos problemas de calor y de escasez de agua. Estados como Arizona o Texas tienen universidades en las que se implementan herramientas de modelización que permiten visualizar qué impacto tendría aumentar la vegetación según el tipo de ciudad y qué relación habría entre el consumo de agua y el cambio de temperatura. Esto ha permitido sacar conclusiones sobre qué formas urbanas son las óptimas para controlar esta refrigeración, para controlar que el gasto de agua realmente repercute en una transformación del clima. Israel es otro sitio muy interesante, la Universidad del Neguev tiene un montón de experimentos a escala urbana y a escala de arquitectura en los que se modelizan espacios, se trabaja con el agua y se mide.
¿El problema está en la administración o en propio arquitecto o urbanista?
Tenemos una cultura en la cual las decisiones técnicas dependen mucho de planteamientos culturales, que es una cosa que a mí me ha gustado mucho descubrir. La técnica no tiene esa pretendida objetividad, sino que está basada en presupuestos. Hemos estado en un siglo en el cual el conocimiento en ingeniería ha resumido esa ambición de pensamiento positivista y de avance tecnológico y científico, y ha sido un conocimiento muy valorado. Pero los arquitectos de ahora y los urbanistas requieren conocimientos de ecología por la simple razón de que estamos tratando de que los ecosistemas funcionen de manera diferente. Me parece que lo primero es entender cuáles son las dinámicas espontáneas, y ver si se pueden utilizar a su favor. En las escuelas recibimos formación técnica, científica y espacial, pero esa formación sobre cómo funcionan los ecosistemas se ha empezado a dar muy recientemente. La ecología y el sistema son unas disciplinas que han ido cogiendo importancia y adquiriendo cada vez más influencia. Son dos elementos claves que han transformado la disciplina de la arquitectura en las últimas dos décadas.
Reduciendo la escala, ¿cómo se puede aprovechar el agua a la hora de climatizar el edificio?
Hemos establecido una serie de puntos que tienen que ver con los tipos de energía que están más relacionados con esta escala, como la energía térmica o la química. La energía térmica tiene que ver con estos cambios de temperatura en los que el agua tiene un papel principal, con la recuperación de la refrigeración a base de evaporar agua en condiciones óptimas. En cuanto a la energía química, tiene que ver con retener las aguas residuales e incorporar en la arquitectura sistemas que puedan transformar la calidad del agua. Hay experimentos en los cuales hay fachadas digestoras que son capaces de transformar esos residuos. Un ejemplo son los experimentos de granjas aeroespaciales, que permiten construir ecosistemas lo más cerrados posibles en un espacio pequeño. En estos diseños se ha podido probar qué plantas y bacterias son capaces de transformar el CO2 en oxígeno nuevo, transformar residuos en materia orgánica nueva y depurar el agua. Es un modelo que creo que debería convertirse en un referente en la arquitectura, que los edificios sean cada vez lo más autosuficientes posible.
“En nuestra cultura, mucho de lo social y lo lúdico tiene que ver con el agua. Es algo que tenemos que preservar”
¿Hay ejemplos de uso del agua para climatizar espacios arquitectónicos?
Tenemos ejemplos históricos, como la arquitectura árabe. La mezquita de Córdoba tiene una cubierta captadora enorme, con un estriado que retiene toda el agua que cae sobre ella y cae sobre el patio de los naranjos. Este patio tiene un depósito soterrado que sirve para regar un pequeño oasis. Los naranjos están confinados, protegidos del sol y del viento por todo el perímetro del patio, y debajo se genera un ecosistema mucho más fresco. Es un ejemplo muy sencillo, pero permite explicar muy bien cómo combinando la captación de aguas fluviales con la evaporación en un espacio nos permite reproducir el ciclo del agua en una escala muy pequeña.
Otro ejemplo son las plazas tradicionales, que tenían arena porosa. Una vez regada, la arena se empapa y poco a poco va soltando el agua a través de la evaporación. Es un buen acabado, permeable y transpirable. La antítesis son esos edificios estanco, por ejemplo edificios de oficinas modernas, donde hay una gran transferencia tecnológica pero no se pueden ni abrir las ventanas. Al final son soluciones que han traído más problemas que los que han solucionado.
Sin embargo cada vez tiene más importancia a nivel técnico la recogida de aguas en cubierta…
Hay una cultura cada vez mayor de las cubiertas captadoras, que funcionan como una esponja. Pero en una ciudad tan seca como Madrid, que recibe tanta radiación, el retener el agua en la cubierta provoca que se evapore muy pronto y se pierda ese aire enfriado. Tiene más sentido retenerla en los espacios de sombra, más protegidos, como veíamos en la mezquita.
¿Qué trabajos lleva a cabo el estudio en esta línea?
Tenemos varios proyectos en marcha. Para la edición 2015 de Casa Decor trabajamos en la cubierta para un restaurante con varias de estas ideas. Ahora estamos trabajando con refrigeración a través de agua, incorporando depuración in situ y depuración de aguas.
¿Tiene aplicaciones el agua desde el punto de vista estético?
Tenemos proyectos que llamamos ‘hidrotransformers’, en los que hemos tratado de demostrar que la tecnología de gestión y depuración del agua tiene una belleza que a todos nos puede gustar. Va de cambiar planteamientos y criterios de belleza. En un edificio lo tecnológico tiene a desaparecer, no queremos que sea vea. Sin embargo el presupuesto de instalaciones en las obras es cada vez mayor. Pero sí hay imágenes, como las del agua, que son muy atractivas. Poner a la vista eso puede ser una nueva propuesta estética. Estos ‘hidrotransformers’ tienen esa ambición de convencer de que poner todo esto a la vista es hermoso.
¿Qué importancia tiene el agua en nuestra cultura?
Es una respuesta optimista a los problemas de sostenibilidad. No hay que restringir, hay alternativas estéticas mucho más compositivas. Tenemos una cultura del agua, tanto corporal como colectiva. Muchos de nuestros recuerdos están unidos a ella. Mucho de lo social y lo lúdico tiene que ver con el agua en nuestra cultura. Tenemos que ver cómo preservar eso en un escenario en el que a nivel climático el paisaje es bastante incierto. Esa respuesta no puede ser explotando aún más el paisaje, sino al revés, entendiendo cuáles son sus dinámicas y tratando de incorporarlas a nuestro favor. Y ahí el diseño tiene mucho que decir.
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