Eduardo Gutiérrez es arquitecto y socio cofundador de ON-A, estudio fundado en 2005 y reconocido por su enfoque innovador en el diseño arquitectónico. Graduado por la ETSAB y con experiencia en estudios internacionales como AJN (Atelier Jean Nouvel) y FOA (Foreign Office Architects), ha liderado proyectos destacados, como el Masterplan de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Su trabajo se centra en la integración de tecnologías avanzadas, como el diseño paramétrico y BIM, con un fuerte compromiso con la sostenibilidad y la responsabilidad socio-ambiental.
ON-A es conocido por su arquitectura sin límites, combinando creatividad y tecnología para desarrollar espacios únicos. Su apuesta por la investigación y el desarrollo de nuevos materiales ha permitido al estudio optimizar sistemas de construcción y promover la renaturalización urbana, conectando a las personas con el entorno natural.
En esta entrevista, – en el marco de su participación en la mesa redonda sobre la sostenibilidad y el futuro de las ciudades en Espacio NAN Sostenibilidad, – Eduardo Gutiérrez comparte su visión sobre los desafíos actuales de la arquitectura y la necesidad de impulsar prácticas más sostenibles.
«Para nosotros, la industrialización es parte del ADN»
Eduardo, desde que cofundaste ON-A en 2005, tu estudio ha sido reconocido por su enfoque innovador. ¿Cómo ha evolucionado tu visión del diseño arquitectónico desde los primeros proyectos hasta los más recientes?
En un principio empezamos el estudio focalizados en una expresión geométrica muy fuerte. Nuestros primeros proyectos tienen una componente geométrica que en esos momentos todavía no se podía desarrollar completamente. De hecho, utilizamos programas de otros sectores de fuera de la construcción para generar nuestros primeros proyectos, como en el bar de copas que hicimos en Empuriabrava, llamado «5 Sentidos Lounge Bar», porque no había software adecuado para arquitectura. Siempre hemos estado muy vinculados al tema de la codificación. Todos nuestros proyectos tienen una alta complejidad geométrica vinculada al control de la misma.
Por ejemplo, nuestro estudio se llama ON-A y tiene tres significados: ON-A de Barcelona, en referencia a nuestra ciudad; “ona”, que en catalán significa una ola: el mar es muy complejo, pero si lo simplificas y codificas se convierte en senos y cosenos, que es lo que genera un mar; y On Architects, arquitectos siempre conectados con nuevas tecnologías. Ese fue nuestro inicio y cómo queríamos reflejarnos.
Con el tiempo hemos ido añadiendo capas a esa base que creemos muy buena y diferenciadora respecto a otros estudios. Hemos añadido sostenibilidad e industrialización. Para nosotros, la industrialización es parte del ADN. Nuestra primera obra en 2005 ya estaba preindustrializada. Ahora se habla mucho de esto, pero nosotros lo llevamos en el ADN desde el principio.
Hoy en día buscamos principalmente emocionar con el diseño, lo que conseguimos mayormente a través de la geometría, es decir, formalizando en la realidad los distintos programas, ya sea vivienda, hotel, etc. Además, hemos sido uno de los primeros despachos en España en utilizar BIM, por nuestra relación con Taiwán. Porque para trabajar a distancia, necesitábamos otra manera de trabajar.
Y desde hace unos años, se ve en nuestros proyectos que hemos utilizado el verde siempre como material, no como adorno, sino como material en sí mismo. Nos hemos formado para conocer bien el tema de la sostenibilidad. De hecho, hice un curso de especialización enfocado en la vivienda plurifamiliar, para aplicar los conceptos BREEAM en edificios plurifamiliares, que en ese momento era lo que más trabajo teníamos, y ahora también.
Entonces, no solo damos la solución arquitectónica, sino también la solución industrial y la capa de sostenibilidad. Más que un cambio, ha habido una evolución a base de añadir más cosas. El origen es el mismo, pero nos hemos ido enriqueciendo.
«Una de nuestras premisas es que todo lo que diseñamos y/o proyectamos, es construible»
De hecho, en ON-A hablas de un enfoque holístico en cada proyecto, que combina innovación y responsabilidad socioambiental. ¿Cómo integráis estos valores en el proceso creativo y qué papel juegan herramientas como el diseño paramétrico o BIM, en este enfoque?
Para nosotros el control es muy importante. Por eso utilizamos programas paramétricos, porque nos permiten generar cosas que visualmente pueden ser complejas, pero que controlamos al 100%. Una de nuestras premisas es que todo lo que diseñamos y/o proyectamos, es construible.
Por ejemplo, ahora estamos haciendo una torre de viviendas de lujo, «The Crown», en Taiwán, concretamente en Taipei. Vieron la fachada, les encantó y nos decían: «¿pero cómo se hace?». Pues les hemos dado la solución de todo lo industrial, y elementos que hará la empresas BUTECH, del Grupo Porcelanosa en Castellón y se enviarán allí. Todo el desarrollo geométrico y constructivo está resuelto, hasta tienen un prototipo a escala. Siempre intentamos dar soluciones.
En cuanto al diseño holístico, cuando la gente piensa en sostenibilidad, suele pensar en plantitas y ya está. Pero la sostenibilidad tiene sentido si hay una sostenibilidad económica. No puedes hacer cosas muy guays que no las paga nadie. También hay una sostenibilidad social: no puedes hacer un edificio que perjudique a los que van a vivir dentro. Y luego está la sostenibilidad climática, que se refiere tanto a sistemas activos como pasivos. Los sistemas activos están vinculados a elementos industriales que te hacen ser más eficiente, como placas solares, aerotermia, etc. Los sistemas pasivos son cosas como orientar bien el edificio, hacer aleros para que no le dé el sol. Cosas que todos los arquitectos sabemos, pero que no siempre se aplican.
El diseño holístico es integrar todo esto, y muchas veces los programas paramétricos nos ayudan a optimizarlo. Si una forma es rara o hay un giro en nuestros diseños, no es un capricho, siempre tiene una función, ya sea por radiación, asoleo, vistas, o cualquier aspecto que favorezca el proyecto. Al final, la arquitectura también es un arte. No puedes hacer cosas feas, aunque estén súper justificadas. Puede que algo sea lo más óptimo, pero si es feo, no lo quieres. Y si además es carísimo porque esa pieza no la fabrican en ningún lado, entonces ese proyecto no sirve.
Así que el sistema holístico es un sistema de control. Se trata de controlar los datos que tienes y formalizarlos en algo físico.
«No podemos engañarnos: hay materiales como las láminas bituminosas que son muy contaminantes, pero tenemos que utilizarlas»
Entrando en tu participación dentro de la mesa redonda de Espacio NAN, mencionaste que la arquitectura tiene un papel fundamental en la reducción de las emisiones de CO2, dado que el sector genera un 40% de estas emisiones. ¿Qué iniciativas crees que deberían ser prioritarias para alcanzar una mayor eficiencia en la reducción de estas cifras?
Hay una iniciativa clarísima, que es la preindustrialización de los elementos constructivos. Yo, por ejemplo, hice mi casa prefabricada, para saber realmente cómo son las cosas. En una obra tradicional sacas un contenedor de residuos cada semana, o incluso dos. En mi obra prefabricada, igual saqué un contenedor en toda la obra. Ese es un punto importante.
Con la preindustrialización utilizas los materiales justos y adecuados, sin el «por si acaso». Por ejemplo, en una zapata de hormigón, a veces le echan más por si acaso. En un elemento industrializado, calculado, testificado y comprobado, lo que utilizas es lo que necesitas, ni más ni menos. Además, reduces los errores en el proceso de obra, que muchas veces generan desviaciones. Así que la industrialización es clave para reducir el consumo de CO2.
Por otro lado, está el tipo de materiales que usas. No podemos engañarnos: hay materiales como las láminas bituminosas que son muy contaminantes, pero tenemos que utilizarlas porque, si no, ¿cómo impermeabilizas una cubierta? Sin embargo, puedes elegir muy bien la estructura y los acabados, como la fachada.
Además de la industrialización, los sistemas constructivos eficientes son clave. No entiendo cómo seguimos haciendo fachadas de monocapa, se supone que son súper baratas, pero luego tienes que gastar mucho en calefacción y aire acondicionado, lo que destruye toda la sostenibilidad. Económicamente te sale más barato al principio, pero luego…
El problema es que hay promotores que lo venden y se olvidan. Creo que los consumidores deberían exigir mejores productos, debemos saber qué nos están dando. Porque aunque un piso te cueste más barato, al final lo acabarás pagando el doble en menos de 30 años por el gasto energético.
Siguiendo un poco con este tema, en la mesa también comentaste que uno de los principales desafíos que enfrentan los arquitectos es la necesidad de promover prácticas sostenibles entre los clientes, quienes muchas veces no son conscientes del impacto medioambiental y se fijan más en el coste del proyecto en sí. ¿Cómo consigues que los clientes vean el valor inmediato de la sostenibilidad en sus proyectos, más allá del coste inicial?
Mis clientes son en un 99% fondos de inversión. La única manera de que ellos entren en vereda o sean conscientes de las cosas es cuando les obligue la Unión Europea, lo cual será en breve, a partir de 2025 o 2026 con el tema del EDPB y la Taxonomía Europea. Eso lo van a tener que cumplir, y ahí es cuando lo harán, cuando haya obligaciones.
Para un cliente privado, yo siempre le digo: «Mira, tu casa ahora te va a costar 500.000 €, y vas a tener un gasto energético en los próximos 50 años de tanto (con una casa estándar). Si le añades un 30% ahora en sistemas activos o detalles constructivos de calidad, esa vivienda te costará 650.000 €. Es una diferencia de 150.000 €, pero en los próximos 50 años esa casa será más barata.»
Las inversiones se tienen que mirar a largo plazo, especialmente en viviendas. Tu vivienda no para de gastar cuando la acabas de construir, y además necesita mucho mantenimiento, lo que genera otro ciclo de gasto. Tendrás tu hipoteca y otro ciclo de gasto. Si lo planteas en 50 años, al final de ese tiempo, ¿qué prefieres, gastarte 1 millón o 1 millón y medio? Porque la energía es cara y será aún más cara. Si tienes una casa de 400 metros, por ejemplo, estarás pagando 1.500 € mensuales. Eso durante 50 años… es mucho dinero.
«Todavía hay gente que hace cosas en AutoCAD, pero nosotros ya no lo usamos desde hace años»
Sobre la importancia de herramientas como la taxonomía europea y el marco Levels para garantizar la sostenibilidad. ¿Cómo ves la adopción de estas normativas en España? ¿Crees que las empresas constructoras y estudios de arquitectura están preparadas para integrarlas en sus proyectos de manera eficiente?
No, no están preparados, pero van a tener que estarlo, no hay otra opción. Nosotros ya estamos poniendo medios y formando internamente a la gente del despacho para que sepan de qué se está hablando. Eso para empezar. Pero, al final, vamos a tener que pasar todos por ahí porque será una obligación, y hasta que no te obligan, no lo haces. ¿Va a mejorar? Claro que sí, pero va a mejorar por obligación, porque la gente tiene que hacerlo.
Habrá mucha gente que no está preparada, pero es como todo. Es como cuando pasamos del Rotring al CAD y del CAD al BIM. Todavía hay gente que hace cosas en AutoCAD, pero nosotros ya no lo usamos desde hace años. Será lo mismo. Dentro de 15 años, habrá alguien que todavía dirá: «¿Taxonomía? ¿Eso qué es?», porque solo hace dictámenes o lo que sea, y no le ha tocado fuerte. Pero cuando los clientes, especialmente los fondos de inversión de los Green Funds, empiecen a exigirlo, las inversiones en lo que no cumpla no se harán. Si te quedas sin trabajo, tendrás que espabilar.
«No puede ser que con las tecnologías actuales, como la geotermia y la energía solar, sigamos dependiendo de una presa eléctrica a 300 kilómetros»
Otro tema que se habló en la mesa redonda fue la necesidad de cambiar las reglas del juego en términos de urbanismo y energía. En tu opinión, ¿qué cambios serían necesarios para impulsar la creación de ciudades sostenibles que generen su propia energía y fomenten usos mixtos de los espacios?
El urbanismo es un gran problema porque no da la posibilidad de generar usos mixtos. Todo está muy paquetizado en zonas residenciales y zonas públicas, sin flexibilidad. Tampoco en cuanto a geometría, ya que te imponen un planeamiento y los bloques tienen que ser de una forma específica. Al final, eso genera lo que se llama un «no lugar», sitios entre edificios que no son nada agradables. Tiene que ser algo más amigable, debe haber una relación entre el espacio interior y exterior. En muchos lugares eso no existe.
En cuanto a la generación de energía, no puede ser que con las tecnologías actuales, como la geotermia y la energía solar, sigamos dependiendo de una presa eléctrica a 300 o 150 kilómetros, con enormes cables cruzando el paisaje. Estamos en un mundo tecnológico y digital, pero seguimos desarrollándonos en un entorno medieval.
Obviamente, no se puede cambiar todo de la noche a la mañana, pero tampoco veo una voluntad o un objetivo claro sobre cómo mejorar esto. El urbanismo es lento y caro, sobre todo cuando hablamos de grandes edificios. Puedes protegerlos por fuera, pero hay que ir actualizándolos con sistemas mucho más eficientes. Si tienes un radiador de aceite, igual hay que cambiarlo, ya que hay sistemas mucho más eficientes que consumen menos. Y claro, también es un tema económico.
A partir de 2025 la normativa sobre eficiencia energética (EEDLE) será clave para el sector. ¿Qué retos anticipas en su implementación y cómo crees que afectará al sector?
Creo que la gente se va a poner las pilas cuando vean que no les caen encargos por no estar al día. Así que se pondrán al día, cada uno a su ritmo, según el tipo de producto que estén generando. El pequeño privado no tiene nada que ver con el gran promotor. Por ejemplo, para nosotros es vital porque trabajamos con grandes fondos y hacemos grandes promociones. Alguien que no esté en esta situación, que se dedique a hacer unifamiliares, quizás no lo vea tan urgente, pero algún día le llegará.
Es un panorama muy variado, por lo que no afectará igual a todo el mundo ni la adopción será igual para todos. Pero sí será obligatorio para todos en dos años. Al igual que aceptamos el Código Técnico de la Edificación, que hace 50 años no existía. Antes, el que más experiencia tenía, lo hacía mejor, hacía el edificio. Pero un día decidieron regularlo y poner criterios de cómo se debía construir. Así surgió el Código Técnico de la Edificación. Lo mismo está ocurriendo ahora con la sostenibilidad.
Será un proceso de ensayo y error, ajustando lo que se necesita. He asistido a varias charlas sobre la taxonomía europea, y no hay un libro blanco que diga «esto es lo que hay que hacer». Hay muchos documentos de varias entidades sobre los mismos conceptos, pero todavía está abierto. Pero en los próximos dos años quieren establecer al menos una base de criterios.
¿Consideras que el diseño arquitectónico tiene suficiente flexibilidad para adaptarse a las rápidas exigencias de sostenibilidad sin comprometer la creatividad y funcionalidad de los proyectos?
Sí, al final el diseño arquitectónico depende de dos cosas: la normativa y el cliente, de lo que quiera invertir.
Si la normativa no te permite hacer grandes, llamémosle, «extravagancias arquitectónicas», como salientes o alturas, pues es lo que hay. Y luego está el presupuesto. No es lo mismo visualmente un edificio con una fachada de monocapa sencilla que uno con una fachada ventilada, prefabricada y montada en obra. La estética y la sensación son completamente distintas.
Entonces, el diseño viene limitado por esas dos cosas: el presupuesto y la normativa.
«En cuanto a la densidad, creo que en España deberíamos mezclar más los usos»
Has trabajado en proyectos internacionales en Arabia y Taiwán. De hecho, hemos hablado de las torres de Taipei en concreto. ¿Qué diferencias percibes en la aplicación de la sostenibilidad en estos países respecto a España? ¿Crees que España debería adoptar algunos de estos modelos? Porque tú hablabas en la mesa de Espacio NAN, por ejemplo, del tema de la densidad y que es algo que en Taiwán se trabaja mucho.
En Taiwán, pero yo creo que en Arabia la densidad ni la consideran. Consumen mucho terreno porque tienen mucho terreno vacío, sin grandes obstáculos. No hay apenas montañas, solo desierto.
Eso es lo contrario a Taiwán, una isla muy pequeña con una población muy grande donde están constantemente rehaciendo la ciudad. Las torres que hemos hecho en Taiwán, aquí las llamaríamos obra nueva, pero allí lo llaman reformas. Una reforma para ellos es quitar una manzana llena de casitas viejas de planta baja más dos y hacer un edificio de 30 o 35 plantas. Es un concepto distinto. Cogen a 50 propietarios o los que sean y dicen: «Vamos a hacer este proyecto. ¿Qué piso quieres? ¿Cuánto aportas?». Algunos aportan tierra y dinero, otros solo tierra o solo dinero, y así lo van haciendo.
En cuanto a la densidad, creo que en España deberíamos mezclar más los usos. Por ejemplo, en esta última torre de Taiwán, las tres primeras plantas son comerciales, con tiendas. De la cuarta a la octava planta es como un aparthotel, con mini apartamentos. De la octava hacia arriba es todo vivienda. De la novena a la catorce hay micropisos de 25 o 30 metros cuadrados, y de la quince para arriba ya es alto standing. Allí se vende a partir de 17.000 € el metro cuadrado, porque lo que vendes es el lugar, estás en el centro de la ciudad, en un edificio nuevo.
«Hay muchas tecnologías, como la del viento, con micro ventiladores que se pueden aplicar en los edificios»
Para finalizar, en la mesa se habló sobre la importancia de generar ciudades energéticamente autosuficientes. ¿Qué tecnologías crees que deberían priorizarse en el diseño de estas ciudades del futuro para generar energía de manera local?
Más que tecnologías, diría aplicar sentido común. Todo pasa por tener áreas de generación de energía o que todos los edificios generen al menos el 50% de su energía. Como quieras: aerotermia, geotermia, placas solares, da igual, pero debería ser obligatorio. Que al menos el 50% de la energía que necesita la ciudad se genere en el propio sitio. Además, es importante intentar gastar lo menos posible, porque si consumes poco y generas mucho, tendrás excedentes.
Con las tecnologías actuales, como solar, geotérmica y una buena envolvente, no sé si llegaríamos al 100% de autosuficiencia en una ciudad, pero podríamos estar por encima del 85%, seguro. Y eso es mucho. Hay muchas tecnologías, como la del viento, con micro ventiladores que se pueden aplicar en los edificios. Es cuestión de ir sumando, tener los sistemas máximos de producción y los mínimos de gasto: consumir lo mínimo y producir lo máximo.
Incluso en el parque de edificios envejecido que necesita rehabilitación, es mejorable hasta cierto punto. No conseguirás una independencia energética del 100%, pero puedes sumar. Si un edificio gasta 100 kilovatios al día y puedes reducirlo a 50, estarías ahorrando 18.000 kilovatios al año. A un precio de 20 céntimos por kilovatio, eso serían 3.650 € que se ahorraría solo en servicios comunes. ¿Cuánto dura un edificio? ¿100 años? Pues eso serían 365.000 € que se ahorraría esa comunidad aplicando sistemas activos.