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¿Cómo afecta a la salud y a la accesibilidad la contaminación visual de las ciudades?

Carmen Fernández Hernández
Arquitecta Técnica especialista en Accesibilidad Universal. Inició su labor profesional como directora de obras y como calculista de estructuras. Cuenta con 28 años en la Fundación ONCE en el campo de la accesibilidad universal, realizando acciones dirigidas a fomentar el diseño para todas las personas y actividades específicas de sensibilización y formación a nivel nacional e internacional, redacción de diferentes publicaciones, coordinación de premios y organización de eventos accesibles.

Se define la contaminación visual como todo aquello que afecta o perturba la visualización de un determinado espacio (bien sea en un edificio, en el entorno urbano o en zonas rurales rodeadas de naturaleza), dificulta la correcta comprensión del mismo y rompe la estética. Es el resultado de un exceso de elementos artificiales sin control que invaden el espacio visual con una sobresaturación de información, aportando una sensación de caos y desorden.

Aunque inicialmente se relaciona con la publicidad, por un exceso de carteles propagandistas, día a día la lista de elementos perturbadores visuales, se hace más grande y se conforma con nuevos artilugios como vallas, postes, antenas, cables, mobiliario urbano, pintadas, contenedores, cámaras, torretas, etc. que afectan a la seguridad vial y distorsionan y estresan a los viandantes; lo mismo ocurre en los edificios sobre todo de uso público como los hospitales, centros de salud o las oficinas municipales, donde los carteles, señales y papeles con información y mensajes se agolpan en las paredes o pegados en las puertas y en los vidrios de los puntos de información provocando desorientación y desconcierto o los tendidos eléctricos y molinos eólicos que perturban el paisaje y rompen las panorámicas de las zonas rurales.

Desafortunadamente ésta situación, cada vez se hace más notable, y aunque es cierto que estos elementos no generan residuos nocivos y hay contaminaciones más peligrosas, la contaminación visual, siendo la más visible es la que menos nos preocupa y uno de los males que más afecta a la salud y nos trastorna de manera inconsciente. Además, al estar rodeados diariamente de estos elementos perturbadores, asumimos esa estampa y nos acostumbramos a su presencia, desconociendo sus nefastas consecuencias para nuestra salud.

Si la información persigue transmitir un mensaje desconocido de manera clara y concreta y reducir la indecisión frente a una elección a un usuario, utilizando como herramienta la señalética, una disposición excesiva, mal estructurada y desordenada, surte el efecto contrario y más si consideramos la diversidad de las personas, que pueden presentar movilidad reducida, dificultades de comprensión, localización, comunicación o visión, incluso miedo, nerviosismo o vergüenza.

Agravado por la pandemia, la señalización se multiplica en los edificios y locales de forma impulsiva y desordenada con el fin de dar instrucciones, organizar y definir recorridos y espacios bajo criterios de seguridad y salud; pero se vuelve a olvidar la accesibilidad teniendo consecuencias negativas y generando un fuerte impacto emocional. El principal impacto emocional de una mala señalización, además del estrés y la desorientación, es que los usuarios se agobian y quieren pasar el menor tiempo posible en ese espacio.

la contaminación visual, siendo la más visible es la que menos nos preocupa y uno de los males que más afecta a la salud y nos trastorna de manera inconsciente.

También hay otros aspectos que forman parte de la contaminación visual, como puede ser la disparidad de materiales y alturas de colocación de la cartelería, el desorden, papeles y cajas amontonadas, la limpieza, el propio mantenimiento de edificio y calles y el exceso de iluminación que impide ver el cielo nocturno. Se debe tener cuidado también con los acabados que provoquen brillos y reflejos, como las luces de los establecimientos, que pueden provocar molestias, así como las vallas luminosas con animaciones y movimiento. No debemos olvidar que todos estos aspectos, además de afectar a nuestra salud por aminorar la calidad del espacio, hacen que se pierda valor paisajístico y que se produzca un derroche energético desmesurado.

La consecuencia de una sobrecarga de estímulos visuales es el estrés ambiental y aunque afecta dependiendo de las características de cada persona, éste estrés se exterioriza por dolor de cabeza, alteraciones nerviosas, mal humor, disminución de la eficiencia y la atención, irritabilidad, cansancio y otros. A veces llegamos a casa pensando «no he hecho nada y estoy agotada», sin darnos cuenta que desde que salimos de casa y llamamos al ascensor: pulsamos la botonera, cogemos el transporte público o nuestro vehículo, realizamos un recorrido, accedemos al centro de trabajo o edificio público y realizamos de nuevo el camino en sentido contrario de vuelta a casa. Vamos recibiendo información continuamente, que además nos obliga a elegir y tomar decisiones rápidas, sin ser conscientes de la cantidad de mensajes que el nervio óptico tiene que transmitir al cerebro y procesar.

No obstante, hasta la fecha, según estudios del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Barcelona, no hay parámetros cuantitativos que midan la contaminación visual como ocurre con la medición del ruido en decibelios o la concentración de partículas MP10 en microgramos por metro cúbico, sino que se utilizan indicadores subjetivos que tienen que ver con la percepción de los impactos sobre la población. Por ello los contaminantes visuales pueden afectar tanto de manera directa como indirecta, haciendo que los entornos sean más desagradables e incómodos o más atractivos y tranquilos.

El exceso de información confunde y los espacios muy recargados resultan incómodos y estresantes.

En cuanto a nuestras propias viviendas, puede ocurrir que estén limpias y ordenadas y no sintamos la tranquilidad necesaria, esto es debido a lo que llamamos ruido visual, que se produce porque se dispone mobiliario demás, cargado con objetos, recuerdos, jarrones, fotos, etc. con colorido diverso, que saturan el espacio y confieren una mala sensación. Espacios abiertos, sencillos, despejados y con colores neutros, sin resultar impersonales, aportan calma y bienestar. Para eliminar el ruido visual y conseguir armonía y equilibrio que redunde en la buena salud de los habitantes de las viviendas, se pueden seguir las siguientes pautas:

  1. Desechar lo que no sea necesario. Tendemos a tener las casas llenas de “penas”, porque nos da pena tirar los recuerdos y sobrecargamos las estancias. 
  2. Eliminar y no reubicar.
  3. Buscar el equilibrio. Ordenar por utilidad y estética.
  4. Prestar atención a los colores. Evitar colores fuertes y chillones.
  5. Tamaño y diseño de los muebles. Eliminar muebles grandes y pesados y optar por muebles sencillos y funcionales.
  6. La iluminación. Mantener equilibrio de la iluminación en las diferentes estancias.


En definitiva, se trata de evitar la sobreinformación mediante estímulos visuales que interfieren en el espacio, que puede absorber el cerebro, pero no es capaz de procesar de manera correcta. El exceso de información confunde y los espacios muy recargados resultan incómodos y estresantes.

No existe demasiado interés respecto a este tema y es ineludible una concienciación al respecto. Abogando por criterios de sostenibilidad, seguridad y accesibilidad se debe prestar especial atención a los aspectos mencionados anteriormente para conseguir espacios seguros, atractivos y amigables para todas las personas con independencia de las capacidades o discapacidades que posean y ya sean trabajadores o visitantes de dichos edificios y espacios.

Propuestas como protocolos para el uso, diseño y colocación de la señalización, armonía de volúmenes, formas, materiales y colores, la oficina sin papeles, zonas y espacios verdes, mantener el orden, deshacerse de lo que sobra o un continuo mantenimiento, ayudarán a aminorar la contaminación y el ruido visual en los espacios construidos. Otras propuestas para reducir esta contaminación, consisten en reducir la cantidad de anuncios, abogar por una vida menos consumista, una mejora de las normas urbanísticas y un correcto y continuo seguimiento de las mismas y lograr la concienciación de los jóvenes.

Reflexionemos con la frase de Ludwig Mies van der Rohe: «Menos es más», reducir algo a lo mínimo esencial, todo lo demás disturba.

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