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Muere el arquitecto japonés Arata Isozaki, premio Pritzker 2019

Arata Isozaki, el famoso arquitecto japonés, ha fallecido el pasado jueves a los 91 años.

Isozaki, nacido en 1931 en la ciudad de Oita, fue uno de los primeros arquitectos japoneses que logró conectar con sociedades de otros países, algo que fue reconocido por el jurado del Premio Pritzker en 2019.


Con un estilo que combinaba el brutalismo y el posmodernismo, Isozaki es conocido por sus numerosas obras en todo el mundo, incluyendo el icónico Palau Sant Jordi en Barcelona, que fue construido para las Olimpiadas de 1992 y se convirtió en un símbolo de la ciudad.

Origen y trayectoria de Arata Isozaki

Nacido en Oita en 1931, Isozaki creció en un Japón devastado por la Segunda Guerra Mundial y el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Esta experiencia traumática le marcó profundamente y fue el origen de su vocación como arquitecto.

Aunque se formó en arquitectura en la Universidad de Tokyo, Isozaki no se limitó a la tradición arquitectónica japonesa y viajó por todo el mundo para aprender de diferentes corrientes y estilos. Esta experiencia de viaje y aprendizaje le permitió crear una obra ecléctica y creativa que reflejaba tanto el tiempo como el lugar.

En 2019, Isozaki recibió el Premio Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura, por el conjunto de su obra «que supera el marco de la arquitectura para plantear cuestiones que trascienden eras y fronteras». El jurado destacó su «apuesta por la conexión oriente-occidente» y le definió como «uno de los primeros arquitectos de Japón que realmente ha conectado con sociedades de muchos otros países».

Estilo y obras destacadas

Isozaki fue un arquitecto muy productivo y su estilo evolucionó a lo largo de su carrera, pasando de elementos tradicionales a formas más modernistas y geométricas.

Entre las obras más destacadas de Isozaki se encuentran la Biblioteca de Oita en Japón, el Museo de arte de Kitakyushu en Japón, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles en Estados Unidos y, como mencionamos anteriormente, el Palau Sant Jordi en Barcelona.


Todas estas obras muestran la habilidad de Isozaki para combinar elementos tradicionales con formas más modernas y geométricas, y para reinterpretar elementos arquitectónicos como bóvedas, esferas y otros detalles geométricos.

Isozaki siempre se enfrentó a los límites y a la tradición, y esto se refleja en su obra, que a menudo es considerada controvertida y provocadora. Sin embargo, también es reconocido por su capacidad para crear edificios que son a la vez prácticos y estéticamente atractivos, y que se integran armoniosamente en su entorno. Su legado en la arquitectura es indudable y sus obras continuarán siendo admiradas y estudiadas por la comunidad internacional.

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