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Las ciudades esponja y cómo las soluciones basadas en la naturaleza pueden ayudar a nuestras urbes

Fernando Pozuelo
Fernando Pozuelo es paisajista y trabaja bajo su propia marca Fernando Pozuelo Landscaping Collection | www.fernandopozuelo.com | @Jardindeautor

Se estima que para el año 2050 dos tercios de la población viva en ciudades. Esta premisa marca uno de los grandes desafíos mundiales que se abren ante nosotros y por el cual tendrán que enfrentarse todos y cada uno de los países del planeta.

Y es que, a medida que estas áreas prosiguen su crecimiento continuado, las condiciones medioambientales del planeta se ven agravadas. La deficiencia, cada vez mayor, en la calidad del aire y del agua, la dificultad de acceso a esta última, los problemas derivados del tratamiento y desecho del agua o un consumo de energía muy superior al debido se ven multiplicados al aumentar la población en las áreas urbanas. Y esto es algo que, a medida que estas zonas vayan aumentando su tamaño, va a requerir de la implementación y el desarrollo de acciones específicas de planificación urbana para tratar de minimizar y reducir sus efectos.

Para hacer frente a esta problemática en la gestión y el abastecimiento del agua en las ciudades, una de las vías es apostar por propuestas que se apoyen en las llamadas ‘Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN)’. Se caracterizan por hacer uso de los principios y procesos de la naturaleza para dar solución a distintos problemas que están relacionados con la propia gestión urbana. Estas soluciones pueden contemplar la conservación o rehabilitación de ecosistemas o la creación de procesos naturales dentro de ecosistemas artificiales.

Todo esto se ve reunido en las ciudades esponja, un tipo de construcción de ingeniería ecológica que ofrece una solución a estos nuevos retos a través del uso de la infraestructura urbana verde, como la revegetación de superficies impermeables, techos verdes o humedales construidos. Otro de los beneficios de este tipo de ciudades es su capacidad para hacer frente a las inundaciones gracias a la instalación de suelos porosos, que filtran el agua, la recogen y la almacenan en cisternas subterráneas para su posterior reutilización.

China es uno de los países que más ha apostado por este tipo de construcciones, llevando a cabo un plan a gran escala en todo el país con un proyecto que comenzó en 2015. Se instalaron este tipo de construcciones en 30 urbes de todo el país con el objetivo de que el 80% de su superficie sea absorbente y el 70% del agua almacenada pueda ser reutilizada a posteriori.

Este concepto también es extrapolable a los jardines y los espacios verdes urbanos, ya que el terreno, al ser permeable, es capaz de absorber e infiltrar el agua. En España, desde Nilsa, una sociedad pública adscrita al Departamento de Administración Local del Gobierno de Navarra y especializada en infraestructuras locales, son los encargados de proponer esta idea englobada dentro de un proyecto europeo de adaptación al cambio climático.

Y es que esta idea potencia una vuelta a los orígenes, devolviendo su espacio a la naturaleza para que pueda actuar y otorgarnos su infinidad de posibilidades en detrimento de los materiales que se han apoderado de las ciudades. Unos materiales impermeables que dificultan esta filtración del terreno.

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