Texto: Miguel Ángel López, director de Murprotec en España y Portugal
En la actualidad la obra nueva ofrece un mundo de posibilidades y los avances y la tecnología hacen verdaderas virguerías con las nuevas construcciones. Perspectivas imposibles, materiales genuinos y diseños futuristas que parecen salidos de películas de ciencia ficción. Pero, sobre todo, se tiene muy en cuenta la eficiencia y la sostenibilidad.
Todo esto es importantísimo y hace avanzar al sector hacia la autosuficiencia basada en las energías renovables y aprovechando al máximo los criterios de construcción, aislamiento y utilización de recursos energéticos alternativos. Esta teoría y apuesta de futuro está muy bien, pero ¿qué pasa con las construcciones antiguas? ¿qué pasa con ese 80% de viviendas de antes de 1980 que conforman el grueso de nuestro parque inmobiliario? Pues que estos inmuebles necesitarán pasar por un proceso de rehabilitación, más o menos complejo, a lo largo de su vida útil tanto por problemas estructurales como por adaptarse a las nuevas normativas y planes generales.
En esta tesitura de la rehabilitación es donde se abre un paraguas tan amplio y, a menudo, con tantos actores en juego, que podemos correr el riesgo de desvirtuar la profesión y el sector. Por esto es nuestro deber comprometernos a llevar a cabo rehabilitaciones conscientes y consecuentes. No todos valen ni todo vale. Hay que especializarse y profesionalizar el sector de la rehabilitación y reformas.
Lamentablemente en el caso de las humedades estructurales -el que vivo de primera mano- esto suele suceder. No ha sido hasta la nueva actualización del CTE en 2020 que se ha contemplado la prevención de patologías como la condensación, la capilaridad o la filtración lateral. Esto ha hecho que las incidencias por humedades sean bastante habituales en el parque inmobiliario español y, lo más preocupante, que su solución -al no estar recogida por normativa- se haya tomado a la ligera en muchas ocasiones. Todo el mundo tiene un primo, un cuñado, una empresa de albañilería cercana o, incluso, al mismo personal de mantenimiento, que cree que puede solucionar con herramientas y procesos caseros una patología estructural de este calibre. El personal de mantenimiento se debe encargar de mantener, no de solucionar.
¿Humedades estructurales?
En las humedades estructurales no hay instalaciones rotas, ni un mal uso por parte de los propietarios y no es culpa de una falta de mantenimiento (como pueden ser humedades por goteras o por roturas de tuberías).
Una humedad por capilaridad, filtración lateral o condensación es un problema estructural crónico que, una vez aparece, no hace más que crecer y agravarse y generar daños permanentes. Por esto, ni pinturas antihumedad, ni electro osmosis, ni zanjas perimetrales, ni deshumidificadores eliminarán el problema, solo lo ocultarán por un tiempo limitado.
En edificios de una cierta antigüedad, anteriores incluso a los años 40, es frecuente encontrarse problemas de filtraciones y capilaridades. En esa época se construía con muros de carga, de estructura más porosa y, por lo tanto, más susceptible a atraer y retener agua que las estructuras con pilares aislados, mucho más actuales. Asimismo, desde los años 70 se ha tendido a sobre aislar las edificaciones, impidiendo la necesaria transpiración de los muros y desembocando en problemas de condensación.
Las consecuencias son para tomárselas en serio: un muro de carga con humedad puede perder hasta un 50% de su capacidad portante y, en casos extremos, provocar el colapso estructural. Pero, además, las humedades provocan problemas respiratorios, alérgicos, dolores musculares e incluso enfermedades pulmonares. La humedad en las paredes es, además, el hábitat perfecto para el desarrollo de ácaros, hongos y bacterias.
Además, en el momento en que una humedad empieza a desarrollarse en una edificación, sin importar el tamaño o gravedad de la misma, ésta deja de ser energéticamente eficiente. De hecho, los problemas de humedad estructural pueden hacer subir la factura de la calefacción y/o aire acondicionado hasta un 30%.
Las humedades, sean del tipo que sean -por condensación, capilaridad o filtración lateral- crean corrientes de aire frío y diferencias de temperatura entre las habitaciones, circunstancia que obstaculiza la tarea de la calefacción, obligando a subir la temperatura, con el consecuente gasto energético y económico.
Creo que he dejado bastante patente la gravedad de las humedades y la importancia de tratarlas correctamente. No es un problema menor, no es un problema para tomarlo a la ligera. Es un problema -como muchos otros estructurales- que exige una resolución profesional y especializada.
Por todo esto, como exponía anteriormente, rehabilitemos de forma consciente y segura con empresas referentes, que ofrezcan auditorías certificadas, que inviertan en I+D, que tengan un buen músculo financiero y que proporcionen a los clientes una calidad probada. Rehabilitemos de una forma seria.