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Croma By Flash Barcelona, una vuelta a los 70 entre espejos y cristales

El proyecto del restaurante Croma By Flash Barcelona, a cargo de Llamazares Pomés Arquitectura, nace del gran respeto y admiración hacia los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá que, junto con Leopoldo Pomés, ayudaron a transformar la arquitectura, el interiorismo y, en definitiva, la cultura de la gris Barcelona de la posguerra.

El Flash Flash fue y es uno de los restaurantes más innovadores, tanto por el interiorismo como por la gastronomía. A pesar de la utilización de la imagen icónica Pop (la fotógrafa que con su flash ilumina el local) el resultado no es una copia, no es un clon, sino un restaurante nuevo y totalmente diferente. Así, el Croma reinterpreta los principales rasgos del proyecto de Correa-Milá de los años 70, es decir, los espacios se agrupan en zonas mediante las islas de mesas y terrazas a distintos niveles a través del banco corrido, mientras que la altura del techo está controlada: los techos son bajos, a escala humana, con el fin de crear un lugar acogedor y casero. Asimismo, tiene una geometría meticulosa, pero que da lugar a un espacio versátil, crea un espacio arquitectónico donde la decoración sobra y la barra no es un elemento de separación, ni un elemento aislado. Todo ello utilizando materiales con acabado brillante: vidrios, laminados, acero inoxidable, maderas lacadas o barnizadas.

El local se ilumina mediante la luz indirecta que proporcionan los flashes y lucernarios de luz artificial y se puntualiza mediante un carril de focos

Ahora bien, si el Flash Flash era una apuesta radical en blanco y negro, eliminando incluso la escala de grises, en el Croma es precisamente la escala de grises la que coge protagonismo junto a la atrevida aparición del color amarillo del paquete del carrete de fotos Kodak. Por su parte, en el baño se puede encontrar una típica gama cromática de la época: el color violeta, verde, naranja, rojo y gris-azul. Seguramente, el punto más distintivo del restaurante son los siete lucernarios mágicos que lo zonifican. Surgen de la necesidad de bajar el techo del local, originalmente demasiado alto para el restaurante. Este punto puede parecer contradictorio, teniendo en cuenta la demanda de techos altos que buscan los restauradores en la actualidad. El estudio consideraba que, de esta manera, se potenciaría el efecto de recogimiento y se crearía un espacio más apaisado.

Solo en estos lucernarios se aprovecha toda la altura del local. La imagen de la chica fotógrafa que es el icono del Flash, se encuentra plasmada en todas las paredes del Croma, y, aparece proyectada caleidoscópicamente en los lucernarios, gracias a los múltiples espejos y a su imagen retroiluminada generando una visión onírica y mágica. Excepto las paredes y el pavimento, todos los materiales tienen un acabado brillante; la madera de nogal de la barra y de los muebles auxiliares, los aros de acero inoxidable de la fachada y de los zócalos, la laca de las sillas, el laminado de las mesas y del baño y, hasta los nuevos flashes de la fotógrafa en chapa de acero inoxidable pulido, generan un infinito juego de reflejos y de luces. El local se ilumina mediante la luz indirecta que proporcionan los flashes y lucernarios de luz artificial y se puntualiza mediante un carril de focos situado estratégicamente en el perímetro de los lucernarios proporcionando la luz directa a cada una de las mesas. La combinación de estos tres elementos da enormes posibilidades lumínicas, desde un restaurante completamente diurno a un espacio que funciona a la perfección para acabar la noche con un merecido cóctel. Es, en este momento, cuando el mundo calidoscópico toma el protagonismo. La escena más canalla del Croma. Las clásicas luminarias rojas “M68” de Miguel Milá producidas por Santa&Cole situadas sobre la única mesa fija del local y sobre el mueble pastelero aportan un toque de color y de calidez en el local, así como las Headhat Bowl de color negro también de Santa&Cole colocadas en el mueble de la entrada y como a luz de apoyo en la barra. Todas ellas, evidentemente, en acabado brillo.

Uno de los espacios que se han diseñado con mayor detalle es el baño. Una vez más, este se convierte en un juego de reflejos constantes gracias a los espejos y al laminado brillante. El baño se convierte en un lugar de homenajes y recuerdos. Homenaje a los colores de finales de los años 60. El color violeta del laminado del baño reina por todo el espacio a excepción de las cabinas que son cada una de distinto color; verde, naranja, rojo y gris-azul. Las luminarias son un recuerdo del antiguo flash de la fotógrafa icónica, el mítico plafón de vidrio opal, pero, el real homenaje nos lo encontramos solo entrar en el baño, concretamente, en el distribuidor: el “Pabellón de la fotógrafa” una especie de Santuario donde, por primera vez, se nos muestra una fotografía original de la chica del Flash sin su tratamiento gráfico característico. La fachada está formada por unos aros de acero inoxidable brillante, que recuerdan a la fachada del Flash Flash, y por un friso. Un friso que actúa a modo de gran anuncio hacia la avenida diagonal. En él, nuestras fotógrafas captan la atención del transeúnte haciendo fotos constantemente mediante la luz intermitente de sus flashes, enfocando sobre todo al centro del local, justo en el sitio de entrada para ceder todo el protagonismo al visitante: el auténtico retratado. Se trata de un local mágico, un espacio que se va creando a medida que la persona interactúa con él. Un local que no deja de sorprender ya que se mire donde se mire, siempre se acaba descubriendo una nueva fotógrafa que capta tu atención, te mira y te hace la foto.

La fachada está formada por unos aros de acero inoxidable brillante, que recuerdan a la fachada del Flash Flash, y por un friso

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