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Luz, color y materia se adentran en Es Pou de la mano de la cerámica y la madera

«Es Pou de Can Marianet Barber” es un topónimo histórico del interior de la isla de Formentera, una parcela rural donde varias pre-existencias condicionan la inserción de esta pequeña primera residencia en el territorio. Entre ellas destacan la trama de muros de piedra seca centenarios así como la organización de los cultivos. La intervención se ubica en la zona oeste de la parcela, paralela a una traza de más de un kilómetro de longitud, orientada a sur y protegida del sol de poniente por una masa de vegetación, liberando así la zona más fértil para dar continuidad a la actividad agrícola existente.

La propuesta, a cargo del arquitecto Marià Castelló, se fragmenta en tres volúmenes, que ordenan el programa a la vez que lo dotan de un grano más pequeño y acorde con la escala del paisaje. De sur a norte, el primer cuerpo aloja un porche que ofrece protección solar, el segundo contiene el programa de carácter más público y el tercero dos dormitorios. Entre ellos se encuentran franjas transversales que separan físicamente los volúmenes aportándoles ventilación e iluminación así como dotándolos de servicios y conexiones.

Delante de la vivienda se ubica un aljibe que la hace autosuficiente en términos de abastecimiento de agua a la vez que ofrece un solárium para los meses más fríos del año. Desde el interior y a través del porche se descubren perspectivas profundas hacia el llano paisaje de campos de trigo y avena, donde predomina el suave y cálido color de la tierra y los verdes apagados de los almendros e higueras. La luz, el color y la materia del exterior se adentran en el interior de la vivienda de mano de la cerámica y la madera, dos materiales nobles que se combinan de manera sutil y atemporal.

La calidez de la tierra se traslada al techo y pavimentos, resueltos mediante bovedillas cerámicas de tipo mallorquín y baldosas de terracota prensada. Asimismo, las baldosas se utilizan para resolver diversos elementos más, tales como revestimientos de fachada, acabado de cubierta, el cabecero del dormitorio principal, o grava de canto rodado, procesando in situ las mermas de los elementos cerámicos utilizados. El frescor asociado al color de la vegetación predomina en las zonas húmedas, donde algunos paramentos verticales se revisten con baldosa  cerámica vitrificada de color verde diluido e idénticas dimensiones que el resto de piezas. La luz se tamiza hacia el interior a través de su paso por celosías cerámicas, generando a su vez un devenir constante de luces y sombras.

La coherencia y harmonía material ha llevado a resolver con mecanismos eléctricos de porcelana vitrificada blanca la integración de las instalaciones en lugares singulares como el cabecero del dormitorio principal, así como otros más comunes como portalámparas y sanitarios. También se han diseñado específicamente para este proyecto un conjunto de luminarias y piezas especiales realizadas artesanalmente con encofrados hechos en nuestro estudio, buscando su integración cromática y dimensional en el contexto de los revestimientos.

La mayor parte del mobiliario se ha diseñado a medida integrado en la propia arquitectura, mientras iconos como la butaca Torres Clavé, de 1934, o las sillas tradicionales de Formentera rinden homenaje a la tradición artesanal mediterránea. Otras piezas más contemporáneas como la mesa y mesitas de la serie D12 diseñadas por Marià Castelló y Lorena Ruzafa para Diabla Outdoor, aportan un ligero contrapunto material y cromático al conjunto.

El origen de algunas de las soluciones de este proyecto están estrechamente vinculadas con el proyecto artístico “Fragments d’Arquitectura”, desarrollado en paralelo.

La propuesta se fragmenta en tres volúmenes, que ordenan el programa a la vez que lo dotan de un grano más pequeño y acorde con la escala del paisaje

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