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Benedetta Tagliabue: «Me dejo guiar por la intuición y la imaginación, las ideas nunca son casuales»

Sería imposible contabilizar el número de bocetos, planos y maquetas que han pasado por las manos de Benedetta Tagliabue. Apasionada del arte y de la profesión por la que se ha desvivido durante el último cuarto de siglo, es fiel defensora de una arquitectura menos pretenciosa y más amable, menos clasista y más de aceptación por parte de toda la ciudadanía. Las formas orgánicas y los materiales naturales son su estandarte a la hora de diseñar, el compás su instrumento más preciado. De Barcelona a Shanghái, pasando por Nápoles, Hamburgo o París, en Miralles Tagliabue EMBT no hay barreras geográficas. Descubrimos en estas líneas la filosofía y valores de esta entusiasta italiana afincada en España, todo un referente arquitectónico dentro y fuera de nuestras fronteras.

¿Qué se esconde tras el sello Miralles Tagliabue EMBT? ¿Cómo definirías vuestro proceso de diseño?

Nuestra visión siempre lleva el deseo de hacer un trabajo integrado con el lugar, con el tiempo, con la situación. Somos arquitectos que venimos de un mundo más conceptual y artístico, nos preocupamos por cuál es el estado del arte en ese momento y por la manera de hacer del lugar en el que nos requieren.

¿Qué se impregna de tus raíces italianas en tu arquitectura establecida en España?

Me gusta la idea de no ser realmente ni de un lugar ni de otro. A Enric Miralles le transmití el interés por la historia que tenemos los italianos, que lo llevamos en la sangre. Lo que he aprendido es que aquí hay un gran respeto y amor por lo nuevo, mientras que en Italia nos gusta más lo que viene del pasado, tenemos más reparo en aceptar una arquitectura más contemporánea. Por ejemplo, en la época olímpica, mientras se desarrollaba la nueva Barcelona la gente respondía con felicidad y estaba entusiasmada cuando veía nuevos edificios, nuevas urbanizaciones, nuevos espacios dentro de la ciudad.

¿Qué atributos sintetizan tu visión arquitectónica?

La arquitectura es un arte funcional, duradero, que posee una gran capacidad de influir en las personas. Y a veces también la concibo como un arte que se compara o intenta emular la naturaleza, porque realmente la arquitectura construye una posibilidad de vivir mejor para el hombre, pero no hay que olvidar que el ser humano ha vivido durante milenios en los recovecos de la naturaleza.

¿Qué impacto consideras que puede tener un proyecto en la persona que posteriormente lo habite, lo transite, lo disfrute, lo viva?

Muchísimo. Una ciudad que funcione bien, que dé oportunidades a todo el mundo, será democrática y abierta. Hay que insistir en cuidarlas porque cívicamente tienen un reflejo en la manera de portarse de la gente, deben ser amables.

Precisamente el Pabellón de España de la Expo Shanghái, diseñado por vuestro estudio, llevaba el lema “Better City, Better Life”. ¿Qué necesitan cambiar las urbes para que los ciudadanos puedan vivir mejor?

Detrás de las mejoras de una ciudad siempre hay muchos condicionantes, como es el caso del dinero o la funcionalidad. Y también hay otros temas que a veces se nos olvidan, como por ejemplo el bienestar de la gente, no solo funcional sino emocional. Ahora también hay que prestar mucha atención a todo el tema ecológico, que no tengamos la sensación de estar alejados del mundo de la naturaleza. Esto se puede conseguir haciendo un mejor espacio público, pero también mejores edificios que engloben una parte de verde, una parte exterior, una parte comunitaria… Desde hace años se está trabajando, y ahora con la pandemia se ha hecho más evidente.

Pongamos un caso práctico, ¿qué mantendrías o cambiarías de la ciudad de Barcelona?

Barcelona es una ciudad muy bonita, bien pensada y estructurada. Lo importante es no perder de vista lo que ha sido hasta ahora, una ciudad elegante donde los espacios públicos y privados están bien comunicados y en la que hay muchos centros. Esto la convierte en una ciudad con poca periferia, y eso es algo maravilloso. Hay que esforzarse por mantener estos multicentros con el punto de mira puesto en el turismo, que no vengan y se acumulen todos delante de la catedral. No se trata de rechazar turistas, sino de saber distribuirlos.

Muchas obras emblemáticas en Barcelona llevan tu sello, como el Parque de Diagonal Mar o el Mercado de Santa Caterina, ¿en qué medida sientes esa pertenencia a la ciudad a través de tus proyectos?

Me hace feliz comprobar que esas zonas de la ciudad funcionan. Lo bonito no es tanto decir “lo he hecho yo”, sino que ese espacio sea aceptado por los ciudadanos y esté lleno de vida. Me encanta pasear por Barcelona y creo que hay muchos lugares que digo que me pertenecen porque adoro transitar por ellos, no porque los haya diseñado personalmente.
El Centro Kálida, situado también en Barcelona, busca dar apoyo emocional y práctico a enfermos de cáncer.

¿Cómo puede el diseño llegar a transmitir sensaciones positivas y agradables en momentos tan delicados?

Cuando una persona va a curarse a un hospital se encuentra en un ambiente hostil que no te sana desde el punto de vista emocional. Este centro surge como un espacio en el que el paciente se encuentre más feliz, más en armonía, más cuidado… Donde pueda expresar su personalidad. Por un lado, se busca que estos centros cerca del hospital sean pequeños, que no se concentren grandes multitudes y pueda entrar poca gente a la vez. Por otro, que el paciente tenga esa sensación de estar en un acogedor hogar a través de una casa integrada con un jardín. En este sentido, se encontrará muchas veces con chimeneas o una cocina como eje vertebrador que realmente permita dar la sensación de que estas como en casa. Todo ello sin perder de vista las plantas, el verde, que la naturaleza integrada con la arquitectura aporte bienestar.

Con un guiño siempre a la naturaleza, ¿qué materiales o formas inspiran vuestro trabajo?

Sentimos un profundo amor hacia las formas orgánicas. El compás siempre ha sido uno de nuestros instrumentos indispensables a la hora dibujar, lo que se traduce en que la curva es una parte muy importante de nuestra arquitectura. Y también es vital buscar buenos materiales, cálidos y tradicionales, que se combinen bien con la naturaleza. En el caso de Kálida apostamos por la madera y la cerámica, el material número uno de la construcción en Cataluña. Además, no podemos pasar por alto que estamos dentro del hospital Sant Pau donde el arquitecto Lluís Domènech i Montaner utilizó la cerámica para construir casi todo el edificio. Por su parte, Patricia Urquiola, al frente del diseño interior, ha conseguido dotar al complejo de una atmósfera acogedora y dinámica. El mobiliario aporta tonos cromáticos más luminosos y brillantes, lo que permite transmitir sensaciones dinámicas y positivas.

Vuestra arquitectura no tiene límites, va desde la transformación de grandes espacios públicos al diseño de objetos como lámparas, sofás o mesas, ¿en qué escala te sientes más cómoda?
Mantener todas las escalas dentro de un estudio de arquitectura es mucho más divertido, más enriquecedor. En ocasiones tienes que pensar toda la ciudad y otras centrarte únicamente en la distribución interior de una vivienda. Los italianos en los años 50 se definían así, de la cuchara a la ciudad, los arquitectos hacían todo. Es una profesión muy humanista en el sentido de ser como el hombre del renacimiento que se ocupa de varios temas y no tiene una sola especialidad.

¿Qué es lo primero que piensas cuando te ponen sobre la mesa un proyecto?

Me dejo guiar por la intuición y la imaginación. Las ideas nunca son casuales, entran en tu mente porque hay alguna razón detrás. Vas tirando de los hilos y comparando opiniones con tu equipo, aprendiendo del lugar, creando el entramado de cada proyecto en función de cada situación.

«La arquitectura construye una posibilidad de vivir mejor para el hombre, pero no hay que olvidar que el ser humano ha vivido durante milenios en los recovecos de la naturaleza»

En el caso de la actual situación, ¿cómo va a condicionar la pandemia la forma de relacionarnos y, en consecuencia, la manera en la que se proyectarán los espacios públicos?

En la historia humana ha habido pandemias, conflictos, etc. y no por ello en plena guerra puedes pensar que el diseño del futuro estará orientado a una arquitectura de guerra. El distanciamiento que estamos viendo tendrá influencias relativas, pero no hay que olvidar que los espacios públicos se han convertido en los lugares en los que uno está más seguro y en los que puedes verte con tus familiares y más allegados al aire libre. Son aquellos lugares en los que siempre, aun en casos de pandemia, las personas se pueden encontrar.

¿Y si hablamos de vivienda? ¿Qué se va a demandar?

La vivienda no solo es un tema de arquitectura, sino de posibilidad económica. De repente no vamos a pasar a tener terrazas de 150 m2 en nuestros hogares, pero sí podemos hacer que en las comunidades de vecinos y en las viviendas siempre haya un espacio común público que, por ejemplo, sea la cubierta o un espacio intermedio o en el patio donde realmente todos los inquilinos puedan estar­. Hay que apostar por espacios comunitarios que sirvan de punto de encuentro.

«No vamos a pasar a tener terrazas de 150 m2 en nuestros hogares, pero sí podemos hacer que en las comunidades de vecinos haya un espacio común público»

Como integrante del jurado del premio Pritzker, hasta qué punto un arquitecto puede llegar a influir en la humanidad con sus obras?

La arquitectura influye muchísimo en la humanidad y es importante valorar los esfuerzos de los profesionales que intentan poner calidad en la arquitectura, ya que inevitablemente esto se reflejará en la sociedad. Todo gira en torno a qué es lo más importante en la arquitectura en ese momento. Ha habido ediciones en las que se ha apostado por una arquitectura icónica, pero recientemente hemos podido comprobar una puesta en alza de una arquitectura más social, de atención a lo local. En el caso de Shelley McNamara y Yvonne Farrell, son unas profesionales maravillosas que se han centrado en el tema de la arquitectura de educación, diseñando universidades y centros educativos como si hicieran una ciudad o una nueva comunidad.

¿Consideras que hacen falta más referentes arquitectónicos femeninos?

Todavía somos pocas las mujeres arquitectos que hemos tenido oportunidades de construir, de hacer grandes proyectos, y creo que es muy importante contar con modelos que empujen a las generaciones futuras, que les den credibilidad. Todas las mujeres tenemos un deseo innato de hacer las cosas bien, con un sentimiento muy fuerte de mejorar el mundo, incluso diría que mostramos un lado materno de cuidarlo todo. Se están haciendo progresos gracias al esfuerzo de muchas mujeres que luchamos para ser consideradas iguales y al mismo nivel pero, sobre todo, creo que es un tema de que nos den confianza, porque a veces pasa que entre hombres y mujeres normalmente se tiende a pensar que ellos son más fiables.

«Somos pocas las mujeres que hemos tenido oportunidades de hacer grandes proyectos, es un tema de que nos den confianza»

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