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Fusión de casa, duna, playa y mar sin límites

En el mar Mediterráneo, junto a una playa de fina arena blanca y adosada a la duna litoral, se encuentra esta vivienda construida hace 80 años por un alcalde de París en el municipio valenciano de Oliva. Se trata de una vivienda preexistente de planta rectangular con cubierta a cuatro aguas y un gran patio cerrado en posición sureste. La vivienda original responde a otra época; sobria, oscura y cerrada, parece no querer disfrutar de su vecino Mediterráneo. Con una organización interior clásica, es atravesada por un gran eje central oeste-este que actúa de distribuidor repartiendo estancias a sur y a norte de manera casi aleatoria, quedando al fondo, orientado a este, el salón, a la vez tan próximo como alejado del mar.

La vivienda, a cargo de Rubén Muedra, se extiende al este con un gran porche blanco en toda su longitud, sujeto mediante esbeltos perfiles de acero

Bajo la firma del arquitecto Rubén Muedra, se plantea una rehabilitación integral de la vivienda adaptada al momento programático, constructivo y tecnológico actual, una intervención en la que casa, duna, playa y mar se funden sin perder de vista la conservación de la privacidad y discreción hacia el entorno construido próximo. La luz y la cal blanca propias del Mediterráneo son los únicos materiales empleados. La vivienda se eleva sutilmente sobre el terreno, de forma que se apropia de su entorno. El ala norte de la vivienda se destina a zona de noche y usos servidores, quedando el dormitorio principal en la esquina noreste, asomado sobre la duna y sin límite físico con el mar.

El antiguo corredor central y el ala sur se fusionan generando un amplio espacio diáfano que comprende cocina, comedor y salón con una excelente luminosidad ya que queda totalmente abierto mediante un gran acristalamiento al este, y fusionándose en continuidad con el patio sur que alberga la piscina. Dicha piscina se plantea como una lámina continua de agua, con el mar de fondo y sin perder la posibilidad de ser cerrada mediante un gran acristalamiento frontal que la proteja en los momentos de fuerte brisa, al tiempo que conserva su relación con el exterior.

Como transición hacia el exterior, la vivienda se extiende al este con un gran porche blanco en toda su longitud, sujeto mediante esbeltos perfiles de acero que garantizan la totalidad de las vistas. Entre el porche y el patio de piscina se genera una gran plataforma elevada de madera, a modo de terraza-solárium, que permite al usuario dominar el entorno y sentirse sobre el propio mar. El blanco exterior se extiende en los paramentos verticales interiores, únicamente interrumpido por los bloques exentos de armarios de salón y cocina, en madera de nogal, que permiten abrazar y ocultar la antigua estructura de la vivienda. El pavimento pétreo se plantea continuo de interior a exterior, incluso en piscina, fusionándose por extensión con la arena de la duna y de la playa. Los techos continuos blancos integran instalaciones de climatización y sistemas de iluminación indirecta, sonido y audiovisuales.

En definitiva, la arquitectura se nutre de los potentes valores del entorno natural como la luz, las vistas, la brisa, el sonido de las olas, etc. como materiales primarios de la nueva construcción.

El antiguo corredor central y el ala sur se fusionan generando un amplio espacio diáfano que comprende cocina, comedor y salón

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