Garmendia Cordero Arquitectos ha llevado a cabo la reconversión de una vieja nave usada como cuadra de ganado en un espacio destinado a desarrollar todo tipo de eventos en una localización difícilmente equiparable. En lo alto del monte Kobeta, una de las cimas que rodea la ciudad de Bilbao y con unas vistas que, además de dominar el total de la urbe, permiten divisar el propio mar Cantábrico, se encontraba esta edificación de construcción pobre, carente de aislamiento y ajada, pero con una estructura metálica que permitía seguir siendo utilizada y salvar así toda la luz ocupada en el interior.
Bajo el nombre de Etxekobe —y teniendo en cuenta tanto las carencias como el potencial del proyecto—, este se definió mediante tres acciones:
- Abrir la fachada orientada a las vistas generando un gran ventanal horizontal que permitiera en todo momento el contacto visual y físico del interior con el exterior.
- Derribar una de las fachadas laterales, girándola para crear un gesto en la zona de acceso que, además de guiar al visitante y ofrecerle un espacio cubierto previo a la entrada, insinuara y enmarcara por primera vez la visual existente.
- Forrar todo el volumen con un plano vertical de chapa negra microperforada con el que se dotara al edificio de una nueva imagen de manera contenida, al mismo tiempo que las propias transparencias del material dejaban sutilmente apreciar la forma del volumen inicial.
Tres únicas actuaciones
En lo que respecta al programa interior, se divide la planta en tres zonas: una primera de mostrador y almacén que permite solventar la recepción del usuario; una segunda lo más amplia y liberada posible para poder resultar flexible, y una última que absorbe el resto de servicios necesarios: aseos, despacho, cocina, cámaras y demás dependencias.
Como ocurre en el caso de la fachada al permitir vislumbrar el edificio existente, en el interior se mantiene visible la estructura principal que se usa para acoger la iluminación general, manteniendo igualmente las pendientes de la cubierta anterior. Completan el proyecto un acabado global neutro que soluciona cualquier problema acústico y un pavimento cerámico que continúa desde el interior hasta la terraza exterior con la idea de que se entiendan ambos espacios como uno, ganando así superficie práctica y sensación de amplitud.
En resumen, se trata de un encargo que, con tres únicas actuaciones, consigue que todo el conjunto se redirija y mire hacia una dirección, la misma que hace que este lugar sea único, adaptando de este modo una edificación retraída en una que responde a las necesidades del lugar y de su propia función. Se convierte así en un edificio anónimo que pasa a ocupar intencionadamente un segundo plano y deja todo el protagonismo al entorno sin intentar siquiera competir con él.
La fachada orientada a las vistas se abre generando un gran ventanal horizontal