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Alberto Campo Baeza: «La luz es el material con el que los arquitectos trabajamos, pero como es gratuita no la valoramos»

Si pensamos en la arquitectura de Alberto Campo Baeza es difícil no imaginarse una casa blanca impoluta, diáfana, serena, repleta de luz. Coleccionista de recuerdos de su infancia, de experiencias tras medio siglo en la profesión, de enseñanzas que se desprenden de su labor como docente, de pasiones, el arquitecto traslada sus vivencias al papel, a los planos, a sus maquetas, para luego alzarse con maestría y precisión. La arquitectura de Campo Baeza es callada, pausada, contenida, pero, a su vez, habla como ninguna, transmite, se vive con intensidad.

Fotografías proyectos: Javier Callejas

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La disciplina se reverencia ante tus obras, siendo un referente para los profesionales que conforman el universo arquitectónico. Pero, ¿y a ti? ¿Qué te ha dado y qué te ha quitado esta profesión?

La arquitectura me lo ha dado todo. El origen se remonta a mi abuelo, arquitecto en Valladolid, siendo mi madre la que, desde pequeño, me inoculó el veneno de la arquitectura. Hacía teatros y montajes teatrales en casa con los amigos, montaba escenarios, hacía construcciones, dibujaba… Todo era aplaudido para animarme, para que no perdiera el hilo de lo que parecía que iba a hacer. Lo cierto es que nunca tuve la menor duda.

Dices veneno… ¿tan mala es?

Al contrario, es algo estupendo. La arquitectura lo es todo, no hay nada malo. Otro asunto es que con la arquitectura haya personas que hagan cosas malas.

Llamémoslo entonces vitamina o elixir. Y tu vocación como docente, ¿quién te la inculca?

Mi vocación docente surgió de las clases del Catedrático José Javier Etayo Miqueo, que conseguía explicar con una claridad meridiana aquello “tan misterioso” bajo el nombre de matemáticas modernas. Tampoco me olvido de Alejandro de la Sota que, en mi primer año en la ETSAM, despertó en mí esa pasión por la arquitectura contemporánea. Siempre he sentido admiración y veneración por este gran maestro, supongo que uno decide su devenir por las personas que le rodean.

“Uno aprende a ser arquitecto tanto estudiando una obra de arquitectura como analizando la Odisea de Homero”

¿Qué aprendiste en la Escuela y, por ende, qué aprenden tus alumnos en tus clases?

Intento no darles la comida, sino los instrumentos para que elaboren sus propios platos. A los más brillantes, a todos aquellos con capacidad de transmisión, les empujo para que hagan sus tesis doctorales y abran la puerta a la futura vida académica como profesores. Independientemente de ello, siempre aconsejo no tomarse la profesión de manera neurótica. La arquitectura es central en mi vida, pero también uno aprende a ser arquitecto tanto estudiando una obra como leyendo a fondo y analizando la Odisea de Homero. No puedes ser buen arquitecto si no te entusiasma Bach, al igual que no puedes ser arquitecto moderno, contemporáneo y en vanguardia si no amas profundamente la arquitectura antigua. Siempre pongo de ejemplo dos fotografías de los dos grandes maestros de la arquitectura moderna, Mies van der Rohe y Le Corbusier, delante del Partenón, como diciendo “las raíces están ahí, pero eso no significa que vaya a hacer columnas y capiteles”.

¿Cómo puede la arquitectura resistir en el tiempo?

En el aspecto de idea construida, de obra, de creación, la gente tiende a confundirse. Por ejemplo, ¿es una obra de arte el pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe? Para mí sí. Es una obra de creación de primer orden donde los temas arquitectónicos, el plano horizontal en alto, el espacio fluido, la transparencia… están presentes y resueltos de una forma magnífica.

En este sentido, ¿es valorada la arquitectura contemporánea como se merece?

Rotundamente, no. La arquitectura, por desgracia, no interesa a la sociedad contemporánea, que es inculta en cualquier labor creativa. Un profesional hace una arquitectura en vanguardia técnica y espacialmente —que es lo que yo pretendo hacer —, y si no es estrambótica, no la retuerce, no cuenta con veinte colores o no hace que el edificio tenga forma de puercoespín, no interesa. Eso sí, si tiene formas raras, la gente considera que eso debe ser la modernidad.

Considerando el proyectar como un arte, al igual que pintar un cuadro o componer un poema, ¿de qué manera podemos transmitirlo a la sociedad?

La poesía es un género en el que, con menos palabras, somos capaces de decir más cosas. En un poema cambias una palabra de sitio y, de repente, donde antes no decía nada, en la nueva ubicación suena sublime. Igual pasa en la arquitectura.

El libro The Elements of Style, de los lingüistas americanos William Strunk y E.B. White, incide en la idea de “Omitir las palabras innecesarias”. Siguiendo esta línea, en mi trabajo prefiero ser más escueto, más lacónico. Frente a la pintura, la literatura o la música, que tienen un grado de libertad mayor, la arquitectura es más contenida, entrando en juego temas como la gravedad, la funcionalidad, etc. El primer instrumento que un arquitecto debe utilizar es la razón. No se trata de cumplir los caprichos del arquitecto, sino la necesidad del cliente, de tal manera que pueda vivir feliz en ese lugar.

“La poesía es un género en el que, con menos palabras, somos capaces de decir más cosas. Igual pasa en la arquitectura”

Paredes blancas, suelos de piedra, mínimo mobiliario… Si fueras tú tu propio cliente, ¿qué vivienda encargarías?

Precisamente, cuando me he hecho alguna reforma en mi casa —que apenas tiene 25 m2—, ha sido un amigo el que se ha hecho cargo. Un plegatín, una pared de armarios, una mesa grande llena de libros… No necesito más.

Pensemos en Casa Gaspar, Casa Cala y Casa del Infinito. ¿Qué denominador común encontramos en todas ellas?

Todas son respuestas adecuadas a esa pregunta múltiple que hace el cliente, por su economía, por su función… Eso lo respondía muy bien Vitruvio con su “Venustas, Firmitas, Utilitas”. La obra tiene que estar bien construida, debe cumplir bien su función y, además, ser bella. De hecho, mi discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes se titulaba “Buscar denodadamente la belleza”. En todos mis proyectos lo intento, para hacer felices a los demás.

Parece mentira que todavía no hubiese salido a relucir la palabra belleza… ¿Cómo la definirías?

Platón definía la belleza como el resplandor de la verdad, es decir, algo es hermoso cuando es verdadero. No puedo estar más de acuerdo con esa definición.

“La arquitectura, por desgracia, no interesa a la sociedad contemporánea, que es inculta en cualquier labor creativa”

¿Qué elementos entran en juego cuando hablamos de belleza

Proporción, escala, relación con el sitio, luz… El viejo maestro Mies van der Rohe decía “less is more”, yo digo “light is more”. La luz es el material con el que los arquitectos trabajamos, pero como es gratuita no la valoramos. Al igual que la piedra tenemos que tratarla, en el caso de la luz debemos analizar la cantidad, la precisión con la que entra…

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Entre Catedrales, en Cádiz.

“Si un proyecto tiene formas raras, la gente considera que eso debe ser la modernidad”

Si metiésemos en un saco todos estos elementos, ¿qué mensaje dirías que se desprende de tus obras?

Serenidad, sencillez, espacios luminosos, tranquilos. Ante un paisaje maravilloso, busco que la obra te permita enmarcar o subrayar el entorno. Por poner el ejemplo de la Casa del Infinito, se trata de una gran plataforma frente al mar, en Tarifa, donde la idea principal es que la casa se quede fundida y sirva para contemplar el paisaje y admirar las vistas. Esa misma casa no se podría llevar a cabo si estuviese rodeada de viviendas horribles o en medio de la ciudad, donde quedarías a la vista de todo el mundo. Cualquier obra responde a las circunstancias, al sitio, a las economías.

Hablemos de formas. Si bien hay excepciones, como el Museo de la Memoria de Andalucía o la Caja Granada, en líneas generales huyes de la curva y prefieres jugar con formas geométricas rectas, ¿por qué?

No se trata de predilección, sino de lógica y sentido común. Eso lo ejemplificaba Javier Carvajal con el símil del estuche y la caja. Imaginemos un tenedor: mientras que en el primero de los objetos mencionados solo puede entrar dicho cubierto, en la caja puedes meter un tenedor, un cuchillo, una cuchara…

¿Qué “cajas” ocupan tu mente y trazan tus manos a día de hoy?

Estoy con un concurso de una casa en Kuwait, con la ampliación de un museo a las afueras de Nueva York, con la Facultad de Medicina en Pamplona para la universidad pública Navarra y con una vivienda en Montecarmelo, entre otros proyectos. De los más especiales, quizá destacaría un espacio para música y exposiciones en México, dentro del mar, en unas rocas, emplazado en un sitio hermosísimo.

“Mi arquitectura transmite serenidad, sencillez, calma, luminosidad… Ante un paisaje maravilloso, busco que la obra te permita enmarcar o subrayar el entorno”

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Casa Rufo, en lo alto de una loma, a las afueras de Toledo.
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