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Eduardo Souto de Moura: «La arquitectura debe fusionar valores éticos y estéticos»

Eduardo Souto de Moura, Premio Pritzker en 2011, reflexiona sobre su carrera desde sus inicios hasta su influencia educativa, ofreciendo una perspectiva personal de sus logros arquitectónicos más destacados.

En una entrevista profunda con NAN Arquitectura, el renombrado arquitecto de talla internacional, Eduardo Souto de Moura, desgrana sus vivencias y pensamientos más íntimos sobre la arquitectura. Este diálogo traza su evolución desde sus primeros pasos en la Universidad de Oporto hasta su notable influencia como mentor y educador en instituciones de prestigio.

Durante la conversación, Souto de Moura contempla el profundo impacto que ha tenido en su trayectoria profesional ser distinguido con el Premio Pritzker en 2011, así como con otros reconocimientos de alto calibre, considerándolos impulsores clave para perseverar en su apasionada entrega al arte de la arquitectura. Además, desvela pormenores sobre sus obras más significativas, como el Mercado Municipal y el Estadio Municipal de Braga, brindando una visión íntima y detallada de estos triunfos arquitectónicos.


Eduardo, nos gustaría comenzar explorando tus raíces en el campo de la arquitectura. Recibiste tu formación en la Universidad de Oporto, una experiencia que, sin duda, sentó las bases de tu carrera. Además, entre 1974 y 1979, tuviste la oportunidad de trabajar de cerca con Álvaro Siza. ¿Podrías compartir con nosotros cómo estas influencias formativas han moldeado tu trayectoria?

Mi colaboración con Álvaro Siza ha sido sumamente gratificante, y seguimos colaborando con gran entusiasmo. Actualmente, estamos involucrados en el proyecto del metro de Nápoles, además de otros proyectos fascinantes. Es realmente interesante observar cómo se fusionan nuestros dos estilos arquitectónicos.

Mi trabajo con Siza comenzó con el proyecto para un programa destinado a apoyar a las comunidades desfavorecidas (S.A.A.L.). Nos sumergimos completamente en este encargo, trabajando incansablemente día y noche, en colaboración con la asociación de vecinos. Fue un período de gran inspiración y revolución en el enfoque de diseño de viviendas. Este momento profesional dejó una huella indeleble en mí.

Lo que más me impresiona de Siza es su meticulosidad y dedicación. Para cada proyecto, él crea miles de dibujos, demostrando una diligencia asombrosa. De él aprendí la importancia de la investigación y la exploración a través del dibujo. Su método es lo que más me impacta: es un proceso profundo que revela su compromiso y su extraordinaria habilidad para dar vida a sus ideas arquitectónicas. Ver cómo se rodea de información para poder llegar a la forma y viceversa, es lo que más me marcó. Tengo pudor en copiar el trabajo de Siza; lo que uso de Siza es su método, cómo emplea la información para crear cada forma, y al revés.

Tu rol como docente, impartiendo clases en instituciones prestigiosas, es un componente esencial de tu carrera. ¿Cómo se ha enriquecido tu práctica arquitectónica a través de la enseñanza y cómo ha influenciado tu labor educativa en tu aproximación a la arquitectura?

Mi experiencia como docente se ha desarrollado en diversas instituciones educativas, incluyendo la Universidad de Oporto, así como en Estados Unidos, Suiza, España (concretamente, en Pamplona) y Francia. Mi interés por la enseñanza surge de una reflexión personal sobre la profesión de arquitecto. A menudo, los arquitectos pueden caer en un cierto egocentrismo, volcándose intensamente en sus proyectos individuales. Sin embargo, considero que el intercambio de ideas con los estudiantes es fundamental. Este diálogo permite descubrir nuevas perspectivas y mejora la práctica profesional.

Confrontar mis ideas con las de los alumnos y apoyarlos en sus desafíos prácticos se convierte en una experiencia enriquecedora. Mantener un proyecto en mente es crucial a la hora de proporcionar comentarios y orientaciones. Informar y guiar a los estudiantes para que resuelvan problemas no sólo contribuye a su formación, sino que también es una oportunidad de aprendizaje para mí. Al abordar los desafíos que enfrentan, a menudo encuentro soluciones aplicables a mis propios proyectos.

Este proceso es bidireccional y está impregnado de una cierta neutralidad: me permite un enfrentamiento directo y constructivo con las perspectivas de los estudiantes, generando un intercambio rico y beneficioso para ambas partes.

Ser galardonado con el Premio Pritzker en 2011 sin duda marcó un hito en tu destacada carrera. ¿De qué manera ha influido este prestigioso reconocimiento en la evolución y dirección de tus proyectos posteriores?

No soy un falso modesto. Debo admitir que recibir premios me genera satisfacción. Estos galardones representan un valioso reconocimiento a la dedicación y esfuerzo invertido en nuestro trabajo. Nos entregamos de lleno a nuestras labores, convirtiendo esta pasión en nuestro modo de vida. Por lo tanto, un reconocimiento de tal magnitud es no sólo gratificante, sino también una fuente de motivación para continuar esforzándonos con la misma intensidad y compromiso.

Con varios premios prestigiosos en tu haber, incluyendo la reciente Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, ¿cómo percibes la relación entre estos reconocimientos y tu responsabilidad como arquitecto en el siglo XXI, especialmente con respecto a desafíos como la sostenibilidad, la integración social y la conservación patrimonial?

Existen numerosos aspectos a considerar, lo cual requiere de una cuidadosa elección. Cada uno de estos elementos reviste gran importancia, y aunque nuestro objetivo es manejarlos con maestría, no siempre resulta factible lograrlo en su totalidad. Frecuentemente, nos vemos en la encrucijada de tomar decisiones que, inevitablemente, dejan de lado ciertos aspectos. Es esencial abordar la arquitectura desde una perspectiva más integrada y holística. Para mí, resulta imposible desligar la sostenibilidad de la belleza, ya que ambas deben coexistir armónicamente. 

La arquitectura debe fusionar valores éticos y estéticos; si se enfoca únicamente en lo estético, se reduce a una mera silueta sin profundidad, mientras que si sólo se centra en la ética, se transforma en una mera voluntad. La segregación de estos componentes no sólo es impracticable, sino que desvirtúa la esencia de una arquitectura verdaderamente significativa y trascendente. Este equilibrio entre ética y estética es lo que me atrae de la arquitectura de la Antigua Grecia. Los griegos lograron una simbiosis ejemplar entre belleza y funcionalidad, estableciendo un estándar que aún hoy consideramos ideal en la arquitectura contemporánea.

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Proyectos emblemáticos como el Mercado Municipal de Braga y el Estadio Municipal de Braga son ejemplos destacados de tu enfoque distintivo en la arquitectura. ¿Podrías profundizar en estos encargos?

Recuerdo vívidamente mi experiencia con el Mercado Municipal de Braga, una oportunidad que surgió de manera inesperada a través de mi profesor de Urbanismo en la Universidad. La oportunidad llegó tras mi etapa con Siza, quien me había despedido alentándome a perseguir mis propias aspiraciones en arquitectura. “Si aspiras a ser un gran arquitecto, no puedes limitarte a trabajar en los proyectos de otros”, me aconsejó Siza. Aunque inicialmente me sentí desolado, pronto comprendí la intención constructiva detrás de sus palabras. Así fue como me embarqué en el proyecto del Mercado. Presenté un diseño de edificio lineal que se integraba a la perfección con dos calles perpendiculares, conectando el espacio con la ciudad. El diseño se basó en una disposición regular de pilares que sostienen una losa de hormigón para la cubierta, la cual se elevaba por encima de los muros laterales. Trabajé intensamente en el proyecto hasta que mi profesor reconoció mi dedicación y me permitió llevarlo a cabo de manera independiente. “Este proyecto ya no es mío, es tuyo”, me dijo. Continué trabajando en el proyecto durante mi servicio militar. Años más tarde, cuando la cobertura del mercado comenzó a deformarse, el alcalde propuso su transformación en un ‘mercado cultural’, incorporando una escuela de danza y una de música. Me siento único en el sentido de que pude construir un edificio, demolerlo y luego rediseñar otro en su lugar, todo para el mismo cliente y siendo el mismo arquitecto.

En cuanto al Estadio Municipal de Braga, debo admitir que no soy un aficionado al fútbol, pero me acerqué al proyecto con gran respeto. Mi limitado conocimiento sobre el fútbol me llevó a contemplar el terreno y la roca para concebir un anfiteatro con gradas integradas en la morfología del lugar. Comprendí que el fútbol es, ante todo, un espectáculo; un escenario con 22 jugadores, árbitros y una necesidad de iluminación eficaz, casi como un estudio de televisión. La transmisión televisiva es crucial en el fútbol, ya que es una fuente de ingresos. Por eso, opté por un diseño innovador: una rueda con dos tribunas. Incluso viajé a Suiza para explorar la viabilidad de un estadio con esta configuración, y aceptaron el desafío. La construcción comenzó incluso antes de tener el proyecto finalizado, trabajando incansablemente día y noche para completar los planos. Fue emocionante utilizar tanto la piedra natural como la artificial, integrándolas para crear una estructura armónica y funcional.

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De todos tus proyectos, ¿hay alguno que consideres como tu obra maestra?

Uno de mis proyectos más emblemáticos es, sin duda, el Mercado de Braga, especialmente por su rica historia. La demolición del original fue un momento cargado de melancolía; sin embargo, el proceso de reconstrucción abrió las puertas a un mundo de nuevas posibilidades. Otro proyecto que destaca en mi carrera es el Estadio Municipal de Braga. Lo que lo hace especial fue el diseño conectado con el entorno, creando una obra que recuerda a un teatro griego antiguo. 

En términos de impacto social y desde una perspectiva ética, el proyecto del Metro de Oporto ocupa un lugar especial. La idea de contribuir a algo tan fundamental y práctico, algo que facilita la vida diaria de millones de personas que transitan por sus estaciones y escaleras, es profundamente gratificante. Es un proyecto que realmente alimenta mi optimismo y refuerza mi creencia en el poder transformador de la arquitectura.

Eres conocido por un enfoque que a menudo equilibra el minimalismo con un respeto por la tradición. ¿Cómo gestionas la interacción entre estas dos tendencias en tus diseños?

Comenzar desde cero en muchos proyectos no siempre es la opción más inteligente; a menudo, puede representar una pérdida de tiempo innecesaria. En este contexto, la habilidad para «traducir» conceptos previos resulta invaluable, permitiéndonos seleccionar y adaptar las soluciones más eficaces y probadas. Por otro lado, el minimalismo también es una expresión de inteligencia. Ser minimalista implica mucho más que simplificar; se trata de eliminar lo superfluo para destacar lo esencial, en un proceso de refinamiento y depuración cuidadoso. Aunque en ocasiones puede percibirse como una tendencia pasajera, el minimalismo es en realidad un enfoque complejo que exige un esfuerzo considerable. Aspirar a ser verdaderamente minimalista requiere, paradójicamente, un esfuerzo adicional y un trabajo meticuloso.

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Con una carrera tan distinguida y en pleno desarrollo, ¿qué aspiraciones o nuevos conceptos te gustaría explorar en tus futuros proyectos?

No me interesa mucho el futuro. Vivo en el presente, concentrándome en resolver los desafíos que se presentan día a día. En este momento, por ejemplo, estoy inmerso en el diseño de unos relojes. Además, estoy trabajando en una caja de relojes especial de Pritzkers. Mi interés no se limita sólo a proyectos de gran envergadura; también me fascina la precisión que requieren los trabajos de menor escala. 

Por último, ¿qué consejo ofrecerías a los jóvenes arquitectos que aspiran a dejar una huella significativa en el mundo de la arquitectura, tanto en diseño como en sostenibilidad?

El único consejo que puedo ofrecer es el de trabajar incansablemente, tal como lo hemos hecho nosotros. Numerosos arquitectos de mi generación se vieron obligados a emigrar en busca de oportunidades laborales. La historia de la arquitectura está repleta de desafíos. Es esencial empeñarse en el trabajo arduo, no sólo por la necesidad de sostenerse, sino también por la importancia de viajar y expandir nuestras perspectivas. En definitiva, el esfuerzo constante es crucial. Si las oportunidades escasean en tu país, la emigración puede ser una solución viable. Buscar lugares donde se puedan encontrar y aportar soluciones es fundamental. Posteriormente, con esa experiencia y aprendizaje acumulados, se puede considerar el regreso al país de origen. Siempre ha sido así en la historia: Bernini, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Louis Kahn, todos estos, y muchos otros, emigraron.

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