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Jardines de inspiración oriental: cómo y cuáles son sus características

Fernando Pozuelo
Fernando Pozuelo es paisajista y trabaja bajo su propia marca Fernando Pozuelo Landscaping Collection | www.fernandopozuelo.com | @Jardindeautor

Los jardines de inspiración oriental o japoneses son conocidos por su simbolismo, ayudan a la meditación a través de su contemplación y, por ello, también reciben el nombre de jardines zen, debido a que están presentes en numerosos templos dedicados a la reflexión. Su belleza reside en el sutil equilibrio asimétrico entre todos sus componentes, que no buscan el orden, y como resultado, se produce una armonía inestable.

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Es un jardín difícil de crear e interpretar, tanto por su carga energética a la hora de disponer los diversos elementos en él, como por la recreación o equivalencia orográfica con el archipiélago de islas japonesas que fundamentan, en algunos de los casos, la fisiología miniaturizada de estos jardines. Tal es la importancia de los elementos inertes del espacio que, en primer lugar, se deben buscar los componentes perfectos para el diseño de la obra y, a partir de ahí, da comienzo el proceso creativo.

Los jardines orientales se componen principalmente de elementos naturales como el agua, las piedras, grava y vegetación que tienen una gran carga simbólica, representando focos de contemplación y espejos para el alma. El agua se relaciona con el cambio y la movilidad. Está presente a través de la composición de cascadas, fuentes, láminas de agua o ríos pensados y diseñados para suscitar sentimientos y sensaciones en el espectador.

Las piedras son otro de los recursos primordiales de este tipo de jardines. Simbolizan la firmeza y los obstáculos que nos encontramos en la vida. Son el contrapunto al agua y suelen colocarse en grupos, siempre en número impar y, en ocasiones, las rocas se atan como si delimitasen el espacio que ocupan.

La grava es otro de los ejes básicos de los diseños de estilo japonés. Representa la calma y la tranquilidad, simboliza el mar si está rastrillada o, por el contrario, puede asociarse con la niebla o, incluso, cuando se amontona puede reflejar una montaña o isla. Por su parte, la vegetación es testigo del paso del tiempo dado que predominan los árboles de hoja caduca que se adornan con colores otoñales, como diversos tipos de arces, que conviven con cerezos que aportan su floración primaveral. Contrastan con ellos los pinos y cedros japoneses de oscuras hojas perennes, en cuyos pies crece un sotobosque de arbustos de rododendros floridos. Los bonsáis o pequeños árboles en maceta son elementos vivos y escultóricos que también suelen emplearse, situándolos en puntos focales del jardín.

Son cuatro los tipos de jardines orientales que se representan en función de la disposición de los elementos clave. El jardín de paseo, Tsukyama, suele tener una recreación panorámica y ha sido concebido para contemplarlo desde un sendero. Suelen simular los famosos paisajes japoneses. Por su parte, el jardín de té data del periodo Momoyama y se caracteriza por la disposición de las piedras sobre el musgo, de manera que se forma un camino. Estos jardines, como el resto de los de estilo japonés, tienen unas normas estéticas muy estrictas y una simbología muy específica.

Los de aposento son más antiguos, ya que corresponden al periodo Heian (794-1192). Son configurados para contemplarlos desde un lugar de la casa y se diseñan con el fin de sacarle partido a los espacios vacíos que surgen al unir los edificios de los alrededores. Su objetivo es acercar la naturaleza a las viviendas tradicionales japonesas y que aporten luz y aire fresco al hogar.

Por último, los de contemplación son conocidos como de estilo Karensansui. Se caracterizan por ser más abstractos y por su influencia del budismo zen, por lo que se vinculan con templos y monasterios de los monjes. Es un estilo de jardín japonés seco, básicamente compuesto por un campo de arena poco profunda, con arena, grava, rocas y en ocasiones puede aparecer hierba, musgo u otros elementos naturales.

Para crear un jardín japonés no solamente se deben de tener en cuenta las cuatro piezas fundamentales del puzle: las piedras, el agua, las plantas y la ornamentación, sino también es imprescindible conocer cómo deben colocarse cada una de las piezas siguiendo el diseño oriental a través de los principios de equilibrio, simetría y simbolismo.

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