Tras más de medio siglo al servicio de la arquitectura, Antonio Lamela Martínez, autor de edificios emblemáticos como las Torres Colon o la ampliación del Santiago Bernabéu, ha fallecido en Madrid a los 90 años. Considerado uno de los padres de la arquitectura moderna en nuestro país, Lamela ha sido reconocido entre los doscientos mejores estudios del mundo, y así lo avalan sus más de mil proyectos, en los cuales la innovación y la vanguardia arquitectónica siempre han estado presentes junto con su ferviente compromiso y respeto por el medio ambiente.
Además del volumen y la importancia de su obra, Lamela es el gran responsable de la modernización de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX. Su andadura comienza en 1954, cuando tras licenciarse por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid funda Estudio Lamela, donde introdujo los procesos empresariales al mundo de la arquitectura, modernizando la organización de trabajo, implantando conceptos que se manejan en la arquitectura actual y reivindicando la necesidad de grandes equipos multidisciplinares.
Desde oficinas hasta arquitectura de transporte pasando por deportiva, residencial, sanitaria u hotelera, Lamela siempre ha apostado por abarcar todas las áreas de actividad posible. Entre sus obras cabe destacar las mencionadas Torres Colón, con las que reinventó el modo de construir rascacielos, o su primer estudio en la calle O’Donnell. Asimismo, desarrolló la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas en Madrid en colaboración con el arquitecto británico Richard Rogers, la reconversión del parque empresarial del edificio soporte de la Expo de Zaragoza, el nuevo aeropuerto de las Palmas de Gran Canaria, la Terminal 2 del aeropuerto de Varsovia, la remodelación del estadio Santiago Bernabéu o la nueva ciudad deportiva de Valdebebas, entre otros muchos proyectos. Los años sesenta y el consiguiente boom turístico trajeron consigo multitud de trabajos en el despacho madrileño, entre los que destacan los primeros moteles y hoteles de diseño moderno en España, así como la proyección de conjuntos residenciales en áreas turísticas. Un ejemplo claro que simboliza esta etapa fue el Hotel Meliá Princesa.
Además del campo arquitectónico, Antonio quiso plasmar sobre el papel toda su experiencia y conocimientos adquiridos a través de libros como “Estrategias para la Tierra y el Espacio: Geoísmo y Cosmoísmo” o “El agua en España”, donde aborda la problemática hídrica desde prismas que se adelantan a nuestros tiempos, analizando para ello las consecuencias de su mala gestión.
Doctor Honoris Causa por la Universidad Camiló José Cela, Antonio Lamela fue apasionado como pocos de su profesión; seguía acudiendo a diario a su despacho en la calle O’Donnell, en el edificio que construyó para fundar su estudio y una de las obras que mejor definen su forma de entender la arquitectura. También era un asistente entusiasta de todo tipo de coloquios y charlas sobre arquitectura que tenían lugar en Madrid -si no era dando una lección desde el estrado, como asistente entre el público-, actividades que mantuvo mientras la salud se lo permitía.
En lo que se refiere a los merecidos galardones obtenidos a lo largo de su carrera, se encuentran el Premio Rey Jaime I de “Urbanismo, Paisaje y Sostenibilidad” en 2006, así como la Gran cruz de la Orden del mérito Civil y la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en 2005. Asimismo, recibió el Premio Honorífico por su trayectoria profesional en la sexta edición de los Premios NAN de Arquitectura y Construcción en el año 2012. Ha sido miembro del Alto Consejo Consultivo de la Fundación Premios Rey Jaime I, miembro de la Real Academia de Doctores de España y director doctrinal de la Escuela de Arquitectura y de Urbanismo de la Universidad Camilo José Cela. Por su parte, fue miembro del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, del que fue vicedecano entre 1956 y 1960, y formó parte de la Comisión Ministerial redactora del texto sobre Nuevas Normas de Edificaciones Escolares en 1956. A ello también hay que sumarle la participación activa del arquitecto en gran multitud de jurados, concursos, premios o nombramientos.
El gran legado que deja uno de los arquitectos más importantes del siglo XX es una obra que no solo ha dado forma al paisaje de Madrid, la ciudad que lo vio nacer personal y profesionalmente –«ha acompañado a la historia social y económica del país», nos decía recientemente su hijo, Carlos, quien dirige el histórico estudio fundado por su padre-, sino que traspasó las fronteras de nuestro país mucho antes de que el éxodo de arquitectos se generalizase.