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Altro alerta sobre la importancia de elegir el suelo adecuado para reducir el número de accidentes por caídas y resbalones

A pesar de las sólidas pruebas que confirman que la elección correcta del suelo puede reducir significativamente el riesgo de accidentes, un estudio de la Asociación de Empresas de Equipos de Protección Individual asegura que los resbalones y caídas son bastantes frecuentes y que se producen por suelos mojados, grasientos o con polvo o superficies desiguales, entre otras.

Del mismo modo, la agencia OSHA (Administración de Seguridad y Salud Ocupacional), perteneciente al Departamento de Trabajo de EU, manifiesta que los accidentes por resbalones, tropiezos y caídas son reportados como la mayoría de las lesiones en los lugares de trabajo por superficies mojadas o resbaladizas, aparte de otros factores.

En términos más alarmantes, la Organización Mundial de la Salud apunta a que las caídas, los tropiezos o los resbalones siguen siendo la segunda causa mundial de muerte por lesiones accidentales a nivel mundial. En España, según un estudio de la Fundación Mapfre, son la principal causa de fallecimiento por accidente, con una cifra de 12.723 fallecidos por caída.

Elegir el suelo adecuado puede reducir el riesgo

Resulta sorprendente, por tanto, que no se requiera una resistencia al deslizamiento sostenida y documentada para los suelos utilizados en áreas de trabajo con un riesgo muy alto de resbalar, caer o tropezar.

En palabras de Domingo López, director comercial de Europa continental y África de Altro, “está demostrado que la elección correcta del suelo reduce significativamente el riesgo de resbalones, tropiezos o caídas: de más de uno de cada veinte a solo uno de cada millón. Esto es así incluso cuando hay, por ejemplo, agua, aceite o grasa en el suelo”.

Los empleados de una cocina comercial andarán sobre residuos de agua, aceite y alimentos grasientos; y los empleados de las residencias de ancianos estarán en baños cuyos suelos tienen residuos de champú, gel de ducha y acondicionador. En ambas situaciones, es crucial que los suelos proporcionen la resistencia al deslizamiento necesaria durante toda su vida para que los trabajadores no patinen repentinamente y pasen a formar parte de las estadísticas de accidentes.

Así, las exigencias de la normativa española, con el Código Técnico de Edificación (CTE) y una mayor sensibilización del público hacia el hecho de evitar peligros, hacen que cada vez se demande más el pavimento antideslizante. En consecuencia, los fabricantes se han visto abocados a ofrecer opciones decorativas en sus modelos antideslizantes para adaptarse a todo tipo de ambientes. 

¿Quién corre un maratón con cualquier par de zapatillas?

El suelo de un lugar de trabajo debe de ser adecuado para las funciones que se van a realizar en ese entorno. Y, para ello, hay que incluir la dureza y la resistencia al deslizamiento. Pero no existe ningún requisito para que el fabricante del suelo deba poder documentar la resistencia al deslizamiento sostenida. Por lo tanto, no hay seguridad para el constructor ni para los usuarios en lo que se refiere al riesgo de accidentes después de que el suelo se haya utilizado y muestre desgaste.

De ahí, que la prueba de la rampa no siempre sea fiable. Esta es de las más utilizadas y la mayor parte de las empresas emplea sus calificaciones “R”. Las calificaciones R9 a R13 se basan en la medida del ángulo de una rampa cubierta con aceite de motor sobre la que camina un operador. Así, la calificación R se obtiene a partir del ángulo en el que el operador resbala. “Pero hay que tener en cuenta que el contaminante más habitual es el agua, así que esta prueba no se ajusta a la vida real. En definitiva, no ofrece un diagnóstico completo”, señala Domingo López.

Por ejemplo, la categoría R10 abarca un amplio rango de resistencia al deslizamiento y es aconsejable para zonas con un riesgo bajo de caída hasta otras de riesgo medio con una resistencia al deslizamiento mucho mayor. Por este motivo, no solo hay que fijarse en la clasificación R10, para la que la prueba de la rampa es eficaz solo si el suelo es nuevo. Es decir, una vez utilizado, esta clasificación no es válida ya que tras unos meses el suelo puede perder su resistencia al deslizamiento.

“Es como pensar que instalar un suelo R10 con la esperanza de evitar un accidente equivale a ponerse cualquier par de zapatillas para correr un maratón. Puede funcionar, pero el riesgo de que no funcione es mucho mayor”, apunta Domingo López.

Reducir el riesgo a uno entre un millón

De esta manera, Domingo López recomienda tener en cuenta algo más que la clasificación “R” del suelo a la hora de elegir el pavimento para un lugar de trabajo. “Ante todo, es necesario realizar una evaluación de riesgos que determine el riesgo de deslizamiento en función de los contaminantes que probablemente acaben en el suelo durante la jornada de trabajo: agua, aceite, residuos de alimentos o jabón. A continuación, se debe elegir un suelo que cumpla los requisitos de la evaluación de riesgos y que ofrezca una resistencia al deslizamiento sostenida. Por ejemplo, los suelos de seguridad de Altro tienen partículas que atraviesan toda la capa de desgaste, por lo que no perderán la resistencia al deslizamiento por su uso”.

Asimismo, el valor de la prueba de péndulo (PTV) sirve como indicador de la resbalacidad de la superficie del suelo. La calificación superior ≥ 36 significa que los suelos que reciben esta calificación reducen el riesgo de caída a una entre un millón a lo largo de su vida útil con los contaminantes incluidos en la prueba.  

“Por todo ello, desde Altro se recomienda que se obtenga la confirmación de la resistencia al deslizamiento sostenida del proveedor del suelo. Si no se cuenta con esa documentación, no hay garantía de que le proporcione realmente la protección que necesita. Y corre el riesgo de que el suelo se convierta en un lugar donde puede suceder un accidente”, concluye Domingo López.

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